¡Uruguay, que no, ni – ni!


Un fantasma recorre el mundo, y ya se ha dejado ver en nuestro país: el fantasma de jóvenes que ni estudian ni trabajan (“ni – ni”). Los abordajes más osados los consideran parte de una generación [1]. Otros ven diferentes manifestaciones del fenómeno a nivel internacional, constatando la incidencia diferencial de los ni – ni en diferentes partes del mundo [2].

En Uruguay, en base a la Encuesta Continua de Hogares (ECH) del INE, se distinguen tres grupos de “ni – ni”: los que no tienen, pero buscan empleo, y no estudian; los que realizan trabajos en el hogar (cuidan hermanos, abuelos o hijos) pero no tienen un trabajo remunerado y no estudian; y los que ni buscan trabajo, ni realizan cuidados en el hogar y no estudian [3].

Tan importante es para el presente gobierno la reducción de la cantidad de “ni-ni”, que ya forma parte de los objetivos estratégicos del Programa “Compromiso Educativo” de 2011, que motivó al Ejecutivo a presentar cuatro planes dentro de lo que se definió como “Plan Estudiar y Trabajar”[4]. El objetivo es atacar el "núcleo duro" de los jóvenes "ni-ni", es decir, el tercer grupo, que rondaría los 23.000 jóvenes[5].

La existencia de un contingente tan vasto de jóvenes con dificultades y la puesta en marcha de planes sociales tan específicos nos inducen a pensar que tenemos un problema real de enormes dimensiones. Sin embargo, la realidad de este fenómeno es cuestionable.

¿Por qué se cree que en Uruguay los “ni – ni” son un problema? Porque, de modo erróneo, se infiere a partir de los datos de la ECH que los “ni – ni” son un problema estructural de la sociedad, cuando en realidad, con la evidencia disponible sólo se puede aventurar la hipótesis de que podría tratarse simplemente de un estado coyuntural en la trayectoria vital de los individuos. Medida de esta forma, la combinación de condiciones para ser un “ni – ni” (no tener trabajo remunerado, no buscarlo y no estudiar) es lo demasiado inestable como para dotar de valor heurístico a esta nueva categoría. A modo de ejemplos, quienes estén realizando una changa al momento de ser relevados por la ECH no serán “ni – ni”. Los que estudian (sin importar qué estudian) tampoco son “ni – ni”; y así. Por otro lado, los jóvenes que se encargan exclusivamente de las tareas del hogar y por dicha razón no estudian y no tienen trabajo remunerado, también serán “ni – ni”, lo que resta aún más credibilidad a dicha categoría.

A la luz de este razonamiento simple, cabe preguntarse: ¿valdrá la pena gastar aproximadamente 22 millones de dólares entre 2012 y 2014 en programas para combatir a los “ni – ni“? Hasta que no se realice, como en otros países, un estudio específico que permita establecer la existencia y magnitud de un grupo estable de jóvenes que no trabajan ni estudian, no sabremos si estamos invirtiendo recursos en una solución, o despilfarrándolos en un pseudo – problema[6].

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[1] Wikipedia, tiene su propia definición de “ni-ni”. http://es.wikipedia.org/wiki/Generaci%C3%B3n_ni-ni Y por cierto, la Real Academia Española está intentando incorporar dicho término al diccionario.

[2] http://white.oit.org.pe/portal/documentos/ni_estudian_ni_trabajan_20_07_07.pdf

[3] Se estima que en total son unos 48.000 jóvenes de 15 a 29 años, de los quintiles de menores ingresos, donde el 50% integra el tercer grupo.

[4] El primero se dirige a jóvenes entre 15 y 20 años que no estudian o no terminaron el Ciclo Básico. En segundo lugar, se brindará atención a los adolescentes que estudian, ofreciéndoles talleres de orientación para mejorar su inserción laboral. Tercero, se le ofrecerá a las personas de hasta 25 años que hoy en día participan del programa Uruguay Estudia, un sistema de becas y tutorías, orientado los que requieren de apoyo económico para seguir estudiando (boletos y alimentación). Finalmente, se capacitará y se ofrecerá una primera experiencia laboral a las personas de entre 18 y 25 años. http://www.elobservador.com.uy/noticia/204536/apoyo-economico-para-jovenes-que-no-estudian-ni-trabajan/

[5] El proyecto consta de cuatro etapas: 1) la convocatoria de los potenciales beneficiarios; 2) la formación en talleres de capacitación en conjunto con UTU; 3) el componente laboral, que supone la realización de pasantías en empresas privadas y 4) el fortalecimiento de la comunidad.

[6] La evidencia más reciente para Uruguay es un estudio de 2011, titulado “Un nuevo abordaje sobre el estereotipo de jóvenes que no estudian ni trabajan”, realizado por un equipo de técnicos del Ministerio de Economía, Trabajo y Desarrollo social. Sin embargo, sus conclusiones se basan exclusivamente en datos de la ECH 2010.

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