Montevideanos: entreverados pero no revueltos

Foto: "Segregation", Tom Hart. CC BY-NC-SA 2.0

[1] Este detalle es importante en períodos donde las proporciones de los grupos cambian. Un aumento en el índice de aislamiento puede estar representando una distribución más desigual entre barrios y/o una reducción en el peso del grupo en el total de la población.
[2]  En las ECH se pregunta a los encuestados si creían tener ascendencia afro o negra, amarilla, blanca, indígena u otra; pudiendo contestar “si” o “no” en cada caso. Al no ser categorías excluyentes, una misma persona puede declarar tener varias ascendencias de forma simultánea. Además se les realiza una pregunta sobre cuál consideran que es su ascendencia principal.
[3] Se utiliza esta variable ya que en general los que se encuentran en esa categoría son vendedores ambulantes, que suelen encontrarse en condiciones de vulnerabilidad laboral. Se condiciona en aquellos que tienen menos de 16 años de educación para dejar por fuera a profesionales independientes.
[4] Para realizar esta categorización se sigue a Kaztman (1999) quién clasifica como ocupaciones de alto status las categorías ocupacionales de patrón, gerente, directivo, administrador, científico, artista, intelectual o profesional.




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Debates presidenciales: ¿inocuos o riesgosos?


Nota: Eliana Álvarez, Rafael Piñeiro, Rosario Queirolo


El miércoles 13 de noviembre tendremos el segundo debate presidencial de la campaña por las elecciones nacionales 2019 en Uruguay. ¿Qué podemos esperar de este nuevo debate? En esta nota discutimos los resultados de una encuesta panel online que realizamos antes y después del debate presidencial del pasado 1° de octubre y mostramos cómo no produjo un cambio de preferencias significativo, sino que mayormente reforzó las preferencias ya existentes.

Los debates presidenciales son siempre instancias riesgosas en una campaña electoral. No es casualidad que uno de los libros más importantes sobre el tema lleve en su título la palabra “risky” (Schroeder, 2016). El potencial de riesgo que implican quedó demostrado en el primer debate presidencial televisado que enfrentó a Richard Nixon con John F. Kennedy en 1960, donde la victoria de Kennedy sobre Nixon se le atribuye en gran parte a las características de personalidad que el primero logró mostrar en la televisión (Druckman, 2003). Ese debate fue tan decisivo en la historia de las elecciones de Estados Unidos que, desde 1960 a 1976, no hubo más debates televisados entre candidatos a presidente. Sin embargo, el impacto que los debates pueden tener en las decisiones de voto de los ciudadanos generalmente se exagera, ya que la evidencia sobres sus efectos está lejos de ser concluyente (Coleman y Moss, 2016).

Algunas investigaciones muestran que quienes miran los debates le prestan más atención a la perspectiva más cercana y refuerzan sus convicciones previas. En otras palabras, los debates no producen cambios de intención de voto, y aquellos que ya tienen una preferencia definida tienden a pensar que a su candidato le fue mejor (Holbert et al., 2009). Sin embargo, otros trabajos indican que el efecto sí es importante entre los indecisos, entre los votantes sin identificación partidaria, y sobre todo entre aquellos que están poco interesados en política y no siguen la campaña política, pero que sí miran los debates televisivos por ser eventos altamente publicitados. En particular, los efectos pueden verse en la valoración de las virtudes y defectos de cada candidato (Benoit, Hansen y Verser, 2010)

El pasado 1° de octubre tuvo lugar en Uruguay el primer debate presidencial televisado después de 25 años del que enfrentó a Tabaré Vázquez y Juan Andrés Ramírez. Daniel Martínez (Frente Amplio) y Luis Lacalle Pou (Partido Nacional), los candidatos de los dos principales partidos de Uruguay, fueron los protagonistas. El debate fue muy guionado y controlado, y según las repercusiones que tuvo en los medios de comunicación y las redes sociales, si tuvo algún efecto fue el de reforzamiento.


En el marco de un curso de Seguimiento de Campañas que dictamos en la Universidad Católica, realizamos una encuesta panel online para medir el impacto de este debate en algunas variables relacionadas al comportamiento electoral y la valoración de candidatos: intención de voto en octubre, percepción de cuál candidato entiende mejor los problemas de los uruguayos, cuál candidato es un mejor líder, cuál es más honesto, y con cuál está más de acuerdo en sus ideas sobre educación, seguridad, seguridad social/políticas sociales, y economía.


La encuesta pre-debate se realizó durante el 30 de setiembre y 1° de octubre (hasta una hora antes de que comenzara el debate), fue difundida a través de Facebook, WhatsApp y Twitter, y respondida por 1.441 uruguayos habilitados para votar. La segunda encuesta se envió inmediatamente después de terminado el debate a quienes accedieron a participar del panel (aportando su email). Fue respondida por 579 personas. Si bien esta muestra no es representativa de la población uruguaya, lo interesante es analizar los cambios pre-post debate entre quienes participaron en el panel.


Figura 1. Intención de voto en las Elecciones Nacionales





La Figura 1 indica que las intenciones de voto hacia el Frente Amplio y el Partido Nacional, los partidos que participaron en el debate del 1° de octubre, se mantienen estables. Los cambios en la intención de voto hacia esos partidos son menores a un punto porcentual. Esto significa que el debate tiende a reforzar la decisión de voto que las personas ya tienen de antes. Las diferencias mayores a un punto porcentual, pero igual pequeñas, se dan entre los votantes a otros partidos que aumentan después del debate, y los indecisos que disminuyen post debate. Estos datos indican que el debate del pasado 1° de octubre fue mayormente inocuo para los debatientes, ni perdieron ni ganaron muchos votos, lo cual es coincidente con gran parte de la investigación existente sobre los efectos de los debates en otras partes del mundo.


Los debates pueden no tener impacto en las decisiones de voto, pero sí en la imagen, percepciones y opiniones que los ciudadanos construyen sobre los candidatos, las cuales luego pueden o no tener impacto en el voto. En nuestra encuesta preguntamos quién, entre Martínez y Lacalle Pou, piensa que es más capaz para llevar adelante la economía del país, la educación, la seguridad social y políticas sociales, y finalmente la seguridad pública. La Figura 2 muestra que las opiniones sobre la capacidad de los diferentes candidatos para manejar las áreas claves del gobierno, y sobre las cuales el debate se centró, se mantienen extremadamente estables antes y después del debate. La excepción se da en el caso de Martínez, que gana en percepción de capacidad para manejar la seguridad pública del país después del debate. Es interesante que sea el candidato del oficialismo, a quien tanto se lo critica por los problemas de seguridad del país, quien haya salido fortalecido en este tema. Tal vez tenga que ver con el anuncio de quien ocupara esta cartera en un posible gobierno, Gustavo Leal, el cual fue realizado durante justamente durante el debate.

Figura 2. Capacidad en temas claves según candidato




Más allá de los totales vale la pena mirar la Figura 3 donde mostramos el impacto del debate en los indecisos, entre quienes los debates tienden a tener un mayor efecto. Cabe aclarar que son pocos casos, y por lo tanto hay que tomar estos datos con mucha cautela, pero entre quienes no tenían decidido su voto antes del debate de octubre, Lacalle Pou sale fortalecido como el candidato más capaz para llevar adelante la economía y la educación del país, mientras que el debate fortalece la percepción de Martínez como más capaz para llevar adelante las políticas sociales/seguridad social y la seguridad pública.

Figura 3. Capacidad en temas claves según candidato – Sólo indecisos





Por último, preguntamos sobre algunas características personales de los candidatos sobre las cuales los debates pueden tener incidencia: quién es mejor líder, quién entiende mejor los problemas de los uruguayos y quién es más honesto. La Figura 4 muestra que el debate tiene poco impacto en estas evaluaciones, los totales varían de forma mínima: Martínez mejora un poco la percepción de candidato más honesto y mejor líder, mientras que Lacalle Pou mejora la percepción de que es el candidato que mejor entiende los problemas del país.


Figura 4. Atributos personales según candidato




Las diferencias de nuevo son más importantes entre los indecisos (Figura 5), que de nuevo alertamos son pocos en nuestra muestra: Martínez refuerza la percepción del candidato más honesto y Lacalle Pou la del candidato que mejor comprende los problemas de los uruguayos.


Figura 5. Atributos personales según candidato – Sólo indecisos





El debate que se llevará a cabo el miércoles 13 de noviembre, enfrenta nuevamente a Daniel Martínez y Luis Lacalle Pou, ya que son los candidatos a presidente que pasaron al balotaje. A diferencia de octubre, este nuevo debate está regulado por la nueva Ley Nº 19.827, que declara de carácter obligatorio la realización de un debate entre los candidatos que lleguen al balotaje. Si uno de ellos se negara a participar, no recibiría la contribución del Estado para los gastos de la segunda elección nacional. Será organizado y reglado por la Corte Electoral, transmitido en vivo y en horario central por la cadena de radio y televisión, y no excederá las dos horas de duración. Según lo acordado, los temas serán prácticamente los mismos que en octubre y la modalidad será muy similar (controlada, sin preguntas de los periodistas ni posibilidad de interrupciones).


Teniendo esto es cuenta, podríamos anticipar que este nuevo debate tendrá tan poco impacto como tuvo el primero, tal cual muestran los datos anteriores. Las encuestas de intención conocidas hasta el momento (Equipos, Opción y Radar) indican que Luis Lacalle Pou tiene entre 49,6 y 47% de los apoyos, Daniel Martínez el 42,5-42%, el 4-5% votaría en blanco y hay un 4-6% de indecisos. Es en estos indecisos donde el debate puede tener impacto.

Como dijimos al principio, los debates representan siempre un riesgo, ya que los candidatos, aún cuando se preparen para ellos y la modalidad sea controlada, no pueden anticipar todo lo que sucederá. Si bien en esta nota mostramos que el debate de octubre fue mayormente inocuo, no podemos anticipar que el del miércoles 13 también lo sea.


Referencias

Benoit, W.L., Hansen G.J., & Verser, R.M. (2010). A Meta-Analysis of Viewing US Presidential Debates. Communication Monographs. (70) 4, 335-350.

Coleman, S., & Moss, G. (2016). Rethinking election debates: What citizens are entitled to expect. The international journal of press/politics, 21(1), 3-24.

Druckman, J. N. (2003). The power of television images: The first Kennedy-Nixon debate revisited. The Journal of Politics, 65(2), 559-571.

Holbert, R. L., LaMarre, H. L., & Landreville, K. D. (2009). Fanning the flames of a partisan divide: Debate viewing, vote choice, and perceptions of vote count accuracy. Communication Research, 36(2), 155-177.

Schroeder, A. (2016). Presidential debates: Risky business on the campaign trail. New York: Columbia University Press.








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