El verano pasado encontré a varios amigos leyendo un libro titulado Prohibido pensar. Ya había escuchado antes hablar del autor del libro, Sandino Núñez, y de su programa televisivo en Televisión Nacional Uruguay. Prohibido pensar es“un programa de filosofía. Su objetivo es incitar al espectador a reflexionar y a plantearse los grandes temas del hombre partiendo de elementos presentes en la vida cotidiana y en la cultura popular”. Salvo excepciones, las opiniones que he recolectado sobre Prohibido pensar son positivas. Algunos incluso me han confesado que aunque les cuesta seguir los razonamientos de Núñez, encuentran en su programa una buena forma de ejercitar la mente, una puerta a la filosofía.[1]
En esta nota quiero comentar dos temas surgidos de mi experiencia con Prohibido Pensar. El primero refiere a las distintas formas de hacer filosofía y los parámetros básicos para evaluar esas formas. Concretamente aquí sólo me voy a referir a un criterio básico: la claridad argumental. La tarea del filósofo es arrojar luz sobre temas oscuros o de difícil comprensión. Para ello es de vital importancia apostar por los niveles más altos de rigurosidad argumental. Desafortunadamente, creo que el ejercicio intelectual propuesto en Prohibido Pensar carece de esa claridad argumental necesaria. Un segundo tema a tratar en esta breve nota es el rol que la filosofía y los filósofos tienen actualmente en las sociedades contemporáneas. Ese es un tema que ha surgido en algunas entrevistas realizadas a Núñez así como en su libro y programa. Núñez acertadamente concluye que existen algunas confusiones sobre el trabajo que desempeña un filósofo profesional hoy en día. Aquí elaboro un poco más en esa idea.
I
Cuando inicié mis estudios terciarios, tenía una imagen muy distorsionada del trabajo del filósofo profesional y de cómo se hace filosofía. Por alguna razón pensaba que el proceso de producción filosófica se asemejaba mucho al proceso de creación artística. Pensaba que el filósofo tras un momento de inspiración y creación era capaz de revelar y entender verdades de nuestras sociedades. Asimismo, estaba convencido que cuanto más oscuro e inteligible era el texto a leer, más profundas debían ser las ideas del autor. Llegué a creer que textos clásicos con argumentos claros como los desarrollados en La Republica de Platón, el Leviatán de Hobbes o en Sobre la Libertad de John Stuart Mill, eran de una calidad filosófica menor a los filósofos post- modernos o de los filósofos frankfurtianos que leía por ese entonces. Con el paso del tiempo y de buenos consejos empecé a desconfiar de los argumentos oscuros. Por citar algunos ejemplos con influencia en las agendas de investigación y educación en Uruguay, la teoría post-colonial, el post-modernismo, el deconstruccionismo, el psicoanálisis Lacaniano, son escuelas de pensamiento que se han refugiado fuertemente en un oscurantismo argumental. Estas son, en su mayoría, teorías que carecen de un lenguaje compartido lo cual las transforma en esquemas argumentales impermeables a toda crítica racional.[2] Respecto a esto, en un brevísimo artículo Pablo Da Silveira decía:
“Hay varias maneras de aparecer ante los demás como una persona inteligente...Una de ellas consiste en practicar lo que Umberto Eco llama el cogitus interruptus: se trata de emplear parsimoniosamente palabras y frases sin terminar, para dar la impresión de una profundidad que en realidad no existe. Otro método eficaz para fingir inteligencia es el cultivo de la oscuridad. A la hora de exponer una idea (sea oralmente o por escrito) los practicantes de este método acumulan términos poco frecuentados, enhebran largas cadenas de frases, subordinadas, se expresan por alusión sin nunca proporcionar contexto, dicen que el espacio o el tiempo no les alcanza y se dedican a evolucionar en un terreno de vagas generalidades. Los más osados desarrollan un gusto por las palabras quebradas («un abordaje ántropo-lógico») 0, peor aún, construyen frases-unidas- por-guiones.”[3]
No es difícil ver que en Prohibido Pensar Núñez recurre constantemente a argumentos oscuros, plagados de neologismos y otros recursos retóricos. No es nada extraño que el televidente o lector se extravíe en sus razonamientos. Podemos pensar en que hay al menos dos formas en la que los filósofos pueden analizar fenómenos sociales.[4] La primera de ellas consiste en asumir que la complejidad de esos fenómenos no puede ser simplificada y que por ello nuestros diagnósticos deben ser igualmente complejos. La otra forma radica en asumir una postura opuesta: la tarea del filósofo ante la complejidad de los fenómenos sociales consiste en producir argumentos y teorías claras que nos faciliten entender y analizar de mejor forma esa complejidad. Núñez apuesta por el primer camino.
II
¿Cuál es el rol de aquellos que se dedican a la filosofía hoy en día? ¿Qué tipo de contribuciones podemos esperar de ellos? En diferentes entrevistas, Núñez sostiene que el filósofo tiene que salir de su torre de marfil. El filósofo tiene que pensar para su sociedad, tal como Platón o Aristóteles lo hicieron algunos miles de años atrás para la suya. Ciertamente no me opongo a esa idea. Aunque por lo dicho anteriormente, no coincido con la forma de hacer filosofía propuesta por Núñez.
¿En qué consiste el trabajo de un filósofo profesional en los tiempos que corren? Básicamente en tres cosas: leer, escribir y dar clases.[5] En la mayoría de los casos, los filósofos profesionales trabajan en universidades o en institutos de educación superior. El filósofo profesional no es sino aquel quien recibe un salario para dedicar su tiempo y energías en leer, escribir y enseñar. En un departamento de filosofía estándar, es común encontrar filósofos que se ocupan de la moral, la política, la mente, el lenguaje, la lógica, la estética, la ética, la meta-ética, la epistemología, la historia de la filosofía, entre otras áreas de estudio. Muchos filósofos dedicados a estos diferentes campos concuerdan con Núñez en que la filosofía debe interactuar con lo que nos pasa día a día.
Por poner sólo algunos ejemplos cercanos a mis propios intereses de investigación, el trabajo de numerosos filósofos y teóricos políticos ha sido claves para el diseño de instituciones y políticas públicas que nos afectan directamente. El diseño de instituciones educativas,[6] de salud,[7] el otorgamiento y reconocimiento de derechos especiales para minorías étnicas y culturales,[8] el diseño e implementación de políticas redistributivas,[9] son solo algunos ejemplos.[10]
Una pregunta evidente es: ¿se puede hablar y discutir de filosofía en la radio o en la televisión? En otras palabras, ¿es deseable que trabajos filosóficos sean transmitidos en un formato televisivo o en publicaciones de difusión masiva? Por supuesto que sí. Pero no todos los caminos llevan a un buen puerto.
Seguramente muchos lectores de esta nota haya disfrutado y aprendido con la masiva y exitosa serie televisiva Cosmos, presentada y escrita por el astrónomo y astrofísico estadounidense Carl Sagan. Cosmos ha sido vista por más de 500 millones de personas en más de 60 países y su suceso se explica fundamentalmente por la claridad y sencillez con la que Sagan exponía y describía fenómenos tremendamente complejos como el origen del universo, la naturaleza de los planetas, etc. ¿Se puede transmitir el análisis y conocimiento filosófico de un modo masivo con esa misma claridad y sencillez? La respuesta es, de nuevo, un rotundo sí.[11] Ojala pronto se haga.
[1] Se puede acceder a varios programas de Prohibido Pensar a través de www.youtube.com. Asimismo, algunas de las ideas de Núñez pueden ser leídas en su blog: http://sandinonunez.blogspot.com/
[2] Elster, Jon. 2007. Explaining social behavior: more nuts and bolts for the social sciences. Cambridge University Press. pp.446.
[3] Da Silveira, Pablo. 1999. “Elogio a la claridad”. El Estante, Año 5, Número 46, p. 6.
[4] Aquí sigo nuevamente el argumento de Da Silveira en “Elogio a la claridad”. El Estante, Año 5, Número 46, p. 6.
[5] Deberíamos también incluir el trabajo administrativo y burocrático que deben hacer aquellos que reciben un salario por filosofar.
[6] Ver por ejemplo: Brighouse, Harry. 2002. School Choice and Social Justice. Oxford University Press; Gutmann, Amy. 1999. Democratic education. Princeton University Press. (traducido al español como: La educación democrática: una teoría política de la educación. Paidós, 2001. Asimismo, un ejemplo de análisis filosófico aplicado al caso uruguayo es: Silveira, Pablo da. 1995. La segunda reforma: por qué necesitamos una ensenãnza post-vareliana y cómo podemos ponerla en marcha. Fundación Banco de Boston, Uruguay.
[7] Ver por ejemplo: Daniels, Norman. 1985. Just health care. Cambridge University Press.
[8] Un estudio clave en este debate es: Kymlicka, Will. 1995. Multicultural Citizenship: A Liberal Theory of Minority Rights. Oxford University Press. (Traducido al español como: Ciudadanía multicultural: una teoría liberal de los derechos de las minorías. Paidós, 2006.
[9] Ver por ejemplo: Sen, Amartya. 1995. Inequality reexamined. Oxford University Press. (Traducido al español como: Nuevo examen de la desigualdad. Alianza, 1999; Mead, Lawrence M., y Christopher Beem. 2007. Welfare Reform and Political Theory. Russell Sage Foundation.
[10] Algunos influyentes trabajos filosóficos que analizan y proponen diferentes políticas públicas son: Goodin, Robert E. 1983. Political Theory and Public Policy. University of Chicago Press. Elster, Jon. 1993. Local Justice: How Institutions Allocate Scarce Goods and Necessary Burdens. Russell Sage Foundation. (Traducido al espaniol como: Justicia local: de qué modo las instituciones distribuyen bienes escasos y cargas necesarias. Gedisa, 1995); Wolff, Jonathan. 2011. Ethics and Public Policy: A Philosophical Inquiry. Taylor and Francis.