Por Dr. Juan Scuro, profesor del Departamento de Antropología Social de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar. y Lic. Diego Olivera, secretario de la Junta Nacional de Drogas período 2016 - 2020.
Los psicodélicos en contexto
Es cada vez más común escuchar relatos de personas que han participado, participan o sienten curiosidad de participar en alguna ceremonia o retiro donde se emplean plantas como la ayahuasca u hongos psicodélicos. En Uruguay hace más de treinta años que se utilizan psicodélicos de forma sistemática en contextos religiosos y espirituales. También podemos mencionar el uso de LSD en la década de 1960[1] en el contexto de la clínica psiquiátrica. Los psicodélicos son un grupo específico de sustancias psicoactivas presentes en muchas plantas y hongos cuyos usos se encuentran en todo el planeta, desde los albores de la civilización.
En los diferentes contextos culturales donde estas preparaciones de plantas u hongos son utilizadas, se encuentran inscriptos en entramados mitológicos y asociados a tradiciones de cura. Los psicodélicos son herramientas médico-religiosas empleadas con fines y en momentos específicos, por personas entrenadas para ello. Utilizar de forma adecuada las plantas, hongos o animales de los cuales se pueden obtener diferentes tipos de preparaciones y aplicaciones requiere de un proceso de aprendizaje que se desarrolla generalmente a través de modalidades de transmisión oral de conocimiento, donde la práctica y experiencia son centrales.
El uso de sustancias psicoactivas en general y de psicodélicos en particular no es un fenómeno reciente. Todo lo contrario. Hay evidencias de masticación de la hoja de coca que datarían del año 6000 A.C. o hallazgos de botones de peyote de 3000 años de antigüedad. En la iconografía andina prehispánica hay evidencia también del uso del San Pedro. Para la época hispánica contamos con crónicas del siglo XVI donde se describe el uso de la Anadenanthera peregrina esnifada en forma de rapé[2]. Lo propio podría decirse en relación a los “hongos mágicos” (de los que Bernardino de Sahagun ya diera noticias recién entrado el siglo XVI) o a los usos del tabaco por los habitantes de las Américas. Sobre la ayahuasca, las primeras menciones de sus usos se remontan al siglo XVIII. La lista es demasiado larga y la literatura sobre la amplitud y larga data de los usos de psicodélicos es muy vasta[3].
Estas sustancias se conocieron como alucinógenas. El término es correcto para algunas de ellas, sin embargo, no es el más adecuado cuando se quieren comprender, con amplitud y profundidad los complejos sistemas de prácticas y saberes que rodean sus usos en diferentes contextos tradicionales.
El efecto alucinógeno que algunas de ellas pueden producir ha sido por demás enfatizado, resaltando una característica que dice más de las expectativas de consumidores ávidos de experiencias visionarias, que de los mecanismos mediante los cuales realmente funcionan.
El uso del término alucinógeno pone en relieve una onto-epistemología específica a partir de la cual se trazan dicotomías infranqueables entre lo humano y lo no humano, o la “naturaleza” y la “cultura”. La radicalidad de estas distinciones obnubila el carácter onto-epistemológico que las experiencias de modificación de la conciencia adquieren en contextos culturales específicos, donde tales distinciones pueden tener otros matices.
Psicodélico es un término más adecuado para comprender cómo funcionan estas sustancias. Fue propuesto en 1957 por el psiquiatra Humphrey Osmond, y está compuesto de las raíces griegas psyche (mente) y delein (develar). Así, el término nos permite pensar en la capacidad de estas sustancias para acceder a aspectos muy profundos del psiquismo. Es en esta dirección que, luego de oscuras décadas de prohibicionismo, surge el llamado Renacimiento Psicodélico.
La prohibición como única regulación
A lo largo del siglo XX se establecieron los instrumentos normativos e institucionales de “la prohibición”, la política sobre drogas hegemónica durante las últimas seis décadas. La Convención Única sobre Estupefacientes, aprobada en 1961 a partir de un fuerte consenso global patrocinado por las grandes potencias mundiales, estableció los pilares de un sistema de control internacional al cual debían plegarse todas los países so pena de permanecer a la sombra del sistema de relaciones multilaterales.
Lo que inicialmente fue un dispositivo centrado en el cannabis, la hoja de coca y la amapola, se extendió en 1971 incorporando las denominadas sustancias psicotrópicas incluyendo, entre otras, a los psicodélicos, cuyo rol en la contracultura de la década de 1960 había tenido enorme relevancia. En aquellos años, lo que inicialmente pretendía ser un esquema de control para confinar el uso de estas sustancias al campo de la medicina y la ciencia, se convirtió en una declaración de guerra a las drogas, con fuerte impronta criminalizadora, erigiendo un sistema de vigilancia y persecución de las decisiones individuales relacionadas a la alteración de la percepción y conciencia propias.
Las nefastas consecuencias del prohibicionismo (sistemáticamente negadas por instituciones como la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes -JIFE), son cada vez más evidentes para las sociedades, particularmente en tanto han engendrado desproporcionados niveles de violencia y corrupción que alteran la vida cotidiana de millones de personas, poniendo en jaque la institucionalidad democrática en varios países.
La prohibición se sustentó en un particular sistema de valores. La idea de que las sustancias prohibidas provocan daños irrecuperables en la salud sin aportar ningún beneficio a la persona fue el eje estructurante de una narrativa donde las personas de bien, productivas y saludables, se mantienen alejadas de las drogas, mientras quienes las consumen caen bajo la inevitable sospecha de la falla moral y la amenaza, no solo a la propia salud, sino a la integridad de la sociedad. Paradojalmente, esta visión no se aplicó a todas las sustancias psicoactivas, sino solamente a aquellas que fueron abarcadas por las convenciones de drogas. La selección de cuáles sustancias prohibir y cuáles no, fue una decisión más política que científica, guiada por razones de control social y persecución de grupos con identificaciones étnico raciales y/o nacionales específicas que colocaron la evaluación de información con base en la evidencia en un segundo o tercer plano.
Una valoración multidimensional del daño asociado, permite observar que en el caso de los psicodélicos es donde esta contradicción alcanza su máxima expresión[4]. No provocan adicción, el riesgo de daños permanentes o muerte por sobredosis es extremadamente bajo comparado con otro tipo de sustancias (incluso legales), y además cuentan con una amplia y promisoria investigación sobre sus potenciales beneficios. Sin embargo, fueron ubicadas en la Lista 1 que contiene las drogas evaluadas como más peligrosas.
El Renacimiento Psicodélico
Hoy vemos un resquebrajamiento del sistema prohibicionista que encontró en el cannabis su principal canal de reforma. La búsqueda de nuevos paradigmas viene entrelazando múltiples procesos políticos, económicos y culturales no siempre coherentes entre sí. La reparación histórica de las comunidades objeto de criminalización se produce junto con la exuberancia de los mercados de capitales que se vuelcan desenfrenadamente hacia los nuevos espacios de negocio legal.
En este marco, irrumpe el denominado renacimiento psicodélico. Son varios los frentes por los cuales se desarrolla este renovado interés en este particular conjunto de sustancias. A partir de la década de 1990, nuevas investigaciones comienzan a desarrollarse y religiones constituidas en torno al uso de psicodélicos como la ayahuasca se transnacionalizan, generando diferentes escenarios regulatorios. Además, los psicodélicos irrumpen en diversos ámbitos terapéutico-espirituales, insertándose en el conjunto de prácticas que ofrecen centros holisticos, centros de psicoterapia y un amplio espectro de posibilidades de uso, en settings (contextos) con formas diversas de ritualización de sus prácticas.
El renacimiento psicodélico implica varios desafíos. Como mínimo, pone encima de la mesa tensiones epistemológicas, políticas y económicas que obligan a prestarle la debida atención. Un ejemplo de la popularidad actual de estas sustancias podemos encontrarlo en la publicación del best-seller “How to change your mind”, del periodista estadounidense Michael Pollan, convertido recientemente en una serie documental de Netflix.
Con menos reflectores pero enorme relevancia, este renacimiento tiene en la investigación clínica un ámbito de profusa actividad. El debilitamiento de los peores resortes de la prohibición, junto con la búsqueda casi desesperada de respuestas para tratar los acuciantes desafíos de la salud mental, produjo un crecimiento impactante de publicaciones científicas que indican que en esas sustancias hay un camino promisorio para la medicina, quizá aún más robusto que el que rodea al cannabis medicinal.
Mencionamos aquí los casos de la psilocibina y del MDMA, por ser los que están más avanzados. La psilocibina es el principal componente psicodélico presente en varias especies de hongos. Las experiencias de Robert Gordon Wasson con la curandera mazateca María Sabina en la década de 1950 y su “descubrimiento” de los “hongos mágicos” produjo gran interés en el público en general y el mundo científico en particular. Albert Hofmann (el mismo que en 1943 descubriera el carácter psicodélico del LSD) obtuvo después una síntesis de psilocibina. Así comenzaron las investigaciones en torno a los potenciales terapéuticos de esta sustancia. Actualmente observamos un gran desarrollo que coloca a la psilocibina en fase II de investigación. Esto significa que se siguen estándares que habilita el uso de psilocibina en grupos cada vez mayores de humanos, mostrando resultados alentadores para el caso de algunas patologías, como la depresión y la ansiedad (principalmente en relación a pacientes terminales)[5]. También hay avances en lo que respecta a las posibilidades de uso de psilocibina para el cese de uso de tabaco[6].
En el caso del MDMA, se encuentra actualmente en fase III de investigación, lo que permitiría que se convierta pronto en una medicina disponible para el tratamiento, en principio, del síndrome de estrés postraumático[7].
Respecto a cambios normativos, los avances permiten vislumbrar que el segundo empuje de abolición de la prohibición vendrá de la mano de los psicodélicos. El Estado de Oregon aprobó leyes que eliminan la criminalización del uso y la tenencia personal, y por otro lado crean un sistema de licencias para administrar legalmente psicoterapia asistida con psicodélicos. La medida adoptada por Oregon en 2020 se convirtió en la primera legislación estatal que habilita el empleo de psilocibina administrada en clínicas por terapeutas que obtendrán licencias a esos efectos. Algo singular de esta medida es que no será necesario prescripción médica.
En 2022, el Estado de Colorado, pionero junto con Uruguay en la legalización del cannabis en 2013, aprobó la misma doble medida: descriminalización del uso personal y acceso terapéutico abarcando algunas sustancias psicodélicas. Es también interesante el caso de otras medidas dispersas en distintas ciudades que, sin legalizar el mercado, llevan la persecución penal de este grupo de drogas a la más baja prioridad.
En Canadá vemos el impulso de normativas que facilitan el acceso de psicodélicos como la psilocibina y el MDMA para pacientes del sistema de salud. En 2022, el Ministerio de Salud de Canadá aprobó un programa especial de acceso a psilocibina y MDMA en casos de cierto tipo de pacientes hospitalizados.
Oportunidades para Uruguay
Uruguay se posicionó internacionalmente como un país pionero en la reforma de drogas, no solo por haber sido el primero en legalizar el mercado de cannabis en forma integral, sino por haberlo hecho en la búsqueda de un balance adecuado entre aspectos económicos y sanitarios, en base a una regulación centrada en el control estatal. Sin embargo, salvo en núcleos de debate bastante reducidos, la cuestión de los psicodélicos no ha adquirido mayor relevancia.
Pero veamos. En Uruguay se ha conformado un importante espacio de investigación interdisciplinaria de calidad en torno a los usos y potenciales de los psicodélicos. Diferentes líneas de investigación se llevan adelante desde hace más de una década y convergen en un ámbito de diálogo y desarrollo de estrategias de investigación, enseñanza, difusión y trabajo con diferentes actores. Esta convergencia se ha materializado en el grupo Arché. Arché está integrado por docentes/investigadores de la Universidad de la República, el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable y la Universidad CLAEH.
Los psicodélicos no son la panacea. No son curas milagrosas para problemas estructurales. No son soluciones inmediatas para problemas que requieren mucha intervención. No nos confundamos. Que haya un gran interés por parte de ciertos actores en hacer de los psicodélicos grandes oportunidades de negocios y trampolines de diferente tipo, es una cara del asunto. Una cara muy visible, pero en el profundo entramado de los mundos que los psicodélicos ponen en contacto, hay aún mucho por conocer, debatir, investigar, poner en diálogo y pensar en forma colectiva en torno a los desafíos, alcances y limitaciones de las diferentes agendas.
Los movimientos que se producen a nivel mundial los vemos en nuestro país. Tenemos por ejemplo la presencia de religiones ayahuasqueras. Hay también centros holísticos y terapéuticos de diferente tipo que, involucrando diversas modalidades, emplean en mayor o menor medida el recurso de psicodélicos como herramientas psico-espirituales. Tenemos también el desarrollo de campo de investigaciones académicas al respecto. Hay, por cierto, una larga tradición de usos no tan fuertemente institucionalizados, en lo que generalmente se conoce como usos psiconautas o recreativos. Es cada vez más evidente el interés mediático por el tema, relacionado a un interés por el desarrollo de eventuales mercados. Vemos cómo grandes espacios de intercambio y personas estrictamente vinculadas al mundo del cannabis ponen su atención en el campo de los psicodélicos. Surgen intereses en la creación de diferentes tipos de sociedades reunidas en torno a la temática.
Todo esto habla de un campo de prácticas e intereses en torno a los psicodélicos que continúa en nuestro país. Nuestra intención aquí, es contribuir a la discusión pública del tema desde una perspectiva crítica, basada en la investigación que se produce en el mundo y en Uruguay. Es necesario atender las diferentes aristas implicadas en el renacimiento de los psicodélicos. Se requiere darle al tema la debida magnitud: ni inflar expectativas inalcanzables -y muchas veces falsas- y “vender el obelisco”, ni mirar para el costado como si esto se tratara únicamente de sueños de hippies trasnochados que añoran su viaje psicodélico.
Una observación detenida de las características y formas de uso de los psicodélicos indican que la regulación del cannabis no debería simplemente copiarse. Buscando abolir el fracasado prohibicionismo, deben buscarse medidas regulatorias específicas que pongan el foco en las prácticas (terapéuticas, espirituales) relacionadas a los psicodélicos. Las regulaciones del cannabis se enfocaron en buena medida en la “materia” a regular, esto es, en las flores de cannabis. Eso está bien: se especifican cantidades, normas, estándares, procedimientos para acceder a determinadas cantidades, bajo alguna de las modalidades posibles. Una vez que la persona accede a las flores, no sabemos mucho más acerca de la forma en la que la utiliza. En el caso de los psicodélicos, en cambio, la mayor atención debería estar en este segundo aspecto: en las formas en las que se utilizan los psicodélicos. Las sustancias son importantes, claro, y deberíamos desarrollar estrategias regulatorias en este sentido, pero en el caso específico de los psicodélicos existe un complejo entramado de aspectos que son altamente relevantes para el resultado de la experiencia. Esto es lo que se denomina el set y el setting, es decir, las condiciones de la persona y el contexto en el que estas sustancias son utilizadas. Aquí está el foco de atención del posible desarrollo de políticas regulatorias y de acceso legal a psicodélicos, que puedan ser administrados de forma segura. Es en esta dirección que apuntan los modelos regulatorios de vanguardia en el mundo.
En tiempos donde la salud mental o el abordaje de las formas de morir, son materia de debate público y búsqueda de cambios regulatorios, es imprescindible que el sistema político tome nota sobre los avances científicos y normativos en torno a esto. No son pocos los problemas de nuestro país donde una adecuada, segura y rigurosa agenda de trabajo con psicodélicos puedan contribuir al bienestar colectivo. Esto se logra con compromisos y esfuerzos, de forma colectiva y dialógica. Eso aprendemos de quienes utilizan e investigan estas sustancias desde mucho antes del arribo de los flashes, comunidades silenciosas portadoras de un saber específico.
[1] Apud, I., Carrera, I., Scuro, J., & Montero, F. (2021). ¿ Es posible desarrollar investigaciones clínicas utilizando sustancias psicodélicas en Uruguay ? Pasado y presente de las investigaciones sobre el potencial medicinal de los psicodélicos Información. Revista de Psiquiatría Del Uruguay, 85(1), 63–76. doi: 10.46706/PSI/85.1.4
[2] Luna, L.E. (2018). Plantas sagradas amerindias, persecución y renacimiento. Revista Cultura y Droga, 23 (25), 85-105. DOI: 10.17151/culdr.2018.23.25.6.
[3] A modo de ejemplo ver: Schultes, R. E.; Hofmann, A.; Rätsch, C. (2012). Plantas de los dioses. Orígenes del uso de los alucinógenos. Fondo de Cultura Económica.
[4] Nutt, D. J., King, L. A., & Phillips, L. D. (2010). Drug harms in the UK: a multicriteria decision analysis. The Lancet, 376(9752), 1558-1565.
[5] Malone TC, Mennenga SE, Guss J, Podrebarac SK, Owens LT, Bossis AP, Belser AB, Agin-Liebes G, Bogenschutz MP and Ross S (2018) Individual Experiences in Four Cancer Patients Following Psilocybin-Assisted Psychotherapy. Front. Pharmacol. 9:256. doi: 10.3389/fphar.2018.00256
[6] Johnson MW, Garcia-Romeu A, Griffiths RR. Long-term follow-up of psilocybin-facilitated smoking cessation. Am J Drug Alcohol Abuse. 2017 Jan;43(1):55-60. doi: 10.3109/00952990.2016.1170135. Epub 2016 Jul 21. Erratum in: Am J Drug Alcohol Abuse. 2017 Jan;43(1):127.
[7] Smith KW, Sicignano DJ, Hernandez AV, White CM. MDMA-Assisted Psychotherapy for Treatment of Posttraumatic Stress Disorder: A Systematic Review With Meta-Analysis. J Clin Pharmacol. 2022 Apr;62(4):463-471. doi: 10.1002/jcph.1995. Epub 2021 Nov 28.
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