Por el Dr. Toto Caelo
Professor of Social Science
University of Montevideo, Minnesota
[Nota del editor: di con este texto en la red de redes y me pareció interesante para quienes se nutren de las ciencias sociales. La traducción del inglés al español fue realizada por Google Translate. O sea, si hay errores de traducción, es responsabilidad del algoritmo. Y arriba Razones y Personas.]
Parte I: las ciencias sociales están en el horno
Hace un par de años escribà una nota, intitulada “Las ciencias sociales están conceptualmente en cualquiera,” argumentando que las ciencias sociales están conceptualmente en cualquiera. DecÃa entonces que las ciencias sociales se pasan teniendo desacuerdos conceptuales. ¿Qué es el populismo? ¿Qué es el poder? ¿Qué es una religión (y no una secta o un culto)? ¿Qué es el género? ¿Qué es la cultura? ¿Qué es la diversidad? ¿Qué es la inteligencia? ¿Qué es el capitalismo? Y asÃ. Este tipo de desacuerdos son eternos. Los cientÃficos sociales se pasan discutiéndolos, en libros, artÃculos, conferencias, en los pasillos de sus facultades e institutos, hasta en los sórdidos bares que frecuentan. Pero sus discusiones nunca llegan a nada. Seguimos sin saber qué es el populismo, qué es el poder, qué es el género, qué es la empatÃa…
Hoy quisiera presentar un caso de enorme importancia, el cual podrÃa ayudar a las ciencias sociales a solucionar sus problemas conceptuales. Mejor dicho, no uno, sino dos: el caso del sánguche y el caso del pancho. ¿Qué es un sánguche? Y en particular, ¿es el pancho un tipo de sánguche? ¿Un tipo o especie de sánguche, en el mismo sentido que lo son los sánguches calientes, las milanesas al pan y los sánguches de miga [1]? Lamentablemente, tanto los sánguches como los panchos han sido ignorados por las ciencias sociales y la filosofÃa, que prefieren dedicarse a cuestiones más elevadas, en las cuales venga a cuento citar a Descartes o a Kant, y meter un par de palabras en latÃn o alemán.
Craso error, digo yo. Es menester analizar la naturaleza del sánguche. La metafÃsica del pancho, si se quiere. Estos análisis nos podrÃan revelar elementos necesarios, y tal vez suficientes, para resolver los desacuerdos conceptuales que han plagado a las ciencias sociales desde siempre. O al menos para identificar sus raÃces, y que se puedan discutir de modo más fructÃfero. Carthago delenda est. Geworfenheit. Schweinsteiger.
Figura 1: ceci n’est pas un panchó
Parte II: calentitos los panchos
El debate es encarnizado, incluso cuando se trata de panchos y sánguches vegetarianos (casi nunca). ¿Cuál es la definición correcta de la palabra “sánguche” [2]? ¿“Dos pedazos de pan con un relleno entre ellos”? ¿Se sigue de esta definición que el pancho es un tipo de sánguche? ¿Qué pasa con la medialuna rellena, un arrolladito de pan de miga, un pionono salado o dulce? ¿La tartine francesa, la hamburguesa con queso estadounidense, el falafel israelÃ, el sando de frutas japonés? ¿La conjunción de dos pedazos de pizza con jamón y aceitunas, uno boca arriba y el otro boca abajo? Las incertidumbres se multiplican: si los pedazos tienen que ser de pan, si tienen que ser dos pedazos, si tienen que estar completamente separados, si el relleno tiene que ser salado, si hay grados de sanguchidad, un Ãndice, y cómo medirlo de manera válida y confiable.
ParecerÃa ser un tema menor, insustancial, frÃvolo, pero claramente a la gente le importa tener razón. Lo demuestra el tenor de las disputas en internet, en blogs, en Twitter, en la red social innombrable (cuyo fundador y presidente aparentemente serÃa el anticristo). De hecho, se asemejan a las encarnizadas disputas entre tradicionales rivales futbolÃsticos, bolsos y manyas, picapiedras y cerrenses, millonarios y xeneizes. O entre rivales polÃticos, como los crÃticos y partidarios de Bolsonaro, o de Trump.
Y hablando del paÃs “encarnación del verbo utilitario” [3]: remontémonos al 10 de noviembre de 2015. Gran debate, gran. ¿El marco? The Bell House, en Brooklyn, Nueva York. ¿Los contendientes? En una esquina del cuadrilátero, Dan Pashman, crÃtico gastronómico y podcaster, argumentando que el pancho es un sánguche. En la otra esquina, Judge John Hodgman, comediante, escritor, y podcaster, argumentando lo contrario. El argumento de Pashman se basó en las intenciones del inventor, John Montagu, 4º Conde de Sandwich (1718-1792). “El Conde querÃa poder comer la cena con las manos, sin ensuciárselas, entonces puso un pedazo de carne entre dos pedazos de pan, y asà nació el sánguche.” Por lo tanto, según el espÃritu del Conde de Sandwich, el pancho pertenecerÃa a la categorÃa. El argumento de Hodgman se basó en la propiedad de “divisibilidad en dos,” que serÃa una propiedad esencial de la sanguchidad. “Uno nunca cortarÃa un pancho en dos, excepto bajo coacción extrema o en caso de locura.”
El asunto llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de los EEUU, o al menos una parte de ella: la jueza Ruth Bader Ginsburg. En 2018, en el programa televisivo “The Late Show with Stephen Colbert,” Colbert le plantéo el dilema a la magistrada. Ginsburg se lavó las manos: “usted primero dÃgame qué es un sánguche, y yo después le diré si el pancho es un sánguche.”
Más al sur, prácticamente al sur del sur, el filósofo Claudio Cormick y la cientÃfica Valeria Edelsztein lo han denominado “el Problema de la Sandwichidad del Pancho (PSP)”: https://twitter.com/ClaudioJavierCM/status/1391540921515352067
Pienso que serÃa más adecuado llamarlo “el Problema de la Sanguchidad del Pancho,” o si se prefiere “el Problema de la Sangüichidad del Pancho,” pero eso son detalles. (También está el caso del choripán, o sea, el Problema de la Sanguchidad del Choripán, o PSC.) Lo importante es que Cormick y Edelsztein correctamente subrayan la trascendencia del PSP, y arrojan luz sobre sus dimensiones y fundamentos lógicos. Notables aportes a la filosofÃa contemporánea.
Figura 2: lo más pancho
Parte III: del franfrute (o incluso franfute) y el sánguche a las ciencias sociales [4]
Imaginemos un paÃs ficticio, Erewhon, en el cual el partido gobernante viera con malos ojos el consumo de sánguches, por motivos ideológicos, religiosos, de salud pública, o lo que fuera o fuese. Para desestimular esta práctica, el gobierno anti-sanguchista instaura un nuevo impuesto. Por cada sánguche vendido, el comerciante deberá pagar un tributo adicional del 1,5 por ciento. ¿Cuál será la consecuencia de esta polÃtica? Los vendedores de panchos, y las asociaciones nacionales panchÃsticas, negarán vehementemente que su producto sea un tipo de sánguche (asociaciones de productores, vendedores, repartidores, consumidores, aficionados). “Nosotros vendemos panchos, no sánguches. El pancho es otra cosa. Es una cosa sui generis. El impuesto no nos afecta.”
Lo mismo dirán los carritos de choripán. Y quienes venden hamburguesas, chivitos, tacos y burritos, y por supuesto sánguches helados. Argumentarán, a como dé lugar, que el sánguche helado no es un sánguche.