La maldición petrolera

Foto: "Platform Holly" de Glenn Beltz bajo licencia CC BY 2.0.
Hace tiempo que Uruguay explora la posibilidad de encontrar petróleo en su territorio. Diversas señales del gobierno actual parecen indicar que estamos cerca y ya se han escuchado opiniones sobre lo malo que podría ser para el país que el descubrimiento se confirmara.[1] Según esa visión, si se llegara a descubrir un recurso explotable económicamente, lo mejor sería ignorarlo y seguir como si nada. Desde la economía hay un montón de argumentos que avalan esta visión. En este post voy a tratar de explicar los fundamentos de la visión pesimista o petro-escéptica y argumentar que muchos de los miedos están pobremente fundamentados. Voy entonces a centrarme en los argumentos que tienen una base económica tratando de hacer una síntesis de la literatura. No me voy a detener en argumentos ambientales que sería bueno se incorporaran al debate de la mano de gente que esté formada en el tema. Tampoco voy a tratar las razones éticas de porqué deberíamos apropiarnos los uruguayos del recurso que se descubre en nuestro suelo, cuestión que también creo interesante pero no está planteada en el debate actual.

La teoría
La hipótesis conocida como la maldición de los recursos naturales, establece que hay varios canales a través de los cuales, cuando se empieza a explotar un recurso natural X (sea petróleo, gas u otros) la economía y la sociedad pueden no beneficiarse a largo plazo. Estos canales son:

  1. Enfermedad holandesa[2]: si un país tiene una dotación importante de un recurso, al vender productos derivados de ese recurso en el mercado mundial obtiene muchos dólares. La entrada de dólares al mercado local abarata el precio de la divisa (baja el tipo de cambio) en el mercado local, abaratando los productos importados y encareciendo las exportaciones. La intensidad de este efecto depende del éxito de la explotación, pero si esto ocurre con una intensidad considerable, los costos en dólares de producir otras cosas domésticamente suben tanto que terminan dificultando una producción competitiva de los mismos. Las consecuencias directas de la enfermedad holandesa serían entonces una gran riqueza en dólares y una tendencia a la concentración excesiva de la producción. Esto no parece lo peor que le puede pasar a una sociedad hasta que se combina con otros factores como los siguientes.
  2. Recursos naturales e instituciones[3]: si la riqueza se distribuye entre toda la población, todos terminaríamos siendo más ricos en dólares. El problema es cuando un caso fuerte de enfermedad holandesa se mezcla con instituciones débiles que son fácilmente capturables por grupos particulares. En concreto, si la riqueza se la queda un gobierno corrupto o un grupo de empresarios codiciosos, entonces se puede terminar en una situación en la que pocos están muy bien y el resto muy mal. Todavía peor, si la mala distribución de la riqueza impulsa a sucesivos grupos a luchar por obtenerla, el recurso natural puede traer largos y dolorosos conflictos internos o externos. Por último, la renta procedente de la explotación del recurso puede simplemente ser invertida de mala manera.
  3. Especialización y crecimiento[4]: una economía especializada en pocos productos tiende a crecer menos que las economías más diversificadas. La razón es que las economías diversificadas acumulan más “saberes” o capacidades y esto les permite adaptar mejor su producción a través del tiempo. Un fenómeno de enfermedad holandesa podría entonces reducir las capacidades de crecer a largo plazo.
  4. Especialización y volatilidad[5]: cuanto más especializada esté una economía en pocos productos más vulnerable será a los shocks de precios de los productos que vende. Para una economía diversificada, el precio de una de sus exportaciones no es tan importante y además si el precio de una está bajo esto puede cancelarse con el precio de otra que esté alto. Este punto tiene un vínculo importante con el anterior dado que mayor volatilidad también suele relacionarse con menor crecimiento.

Las diferentes experiencias

Hasta acá los canales a través de los cuales descubrir petróleo podría traer problemas. ¿Qué dice la evidencia empírica? Los trabajos que analizan cómo les va al conjunto de países petroleros arrojan resultados encontrados por lo que la conclusión parece no ser del todo evidente.[6] Lo que sí es claro es que dentro del grupo de países productores de petróleo, hay una gran diversidad de casos en los que los canales anteriores operaron con diferente intensidad. Hay países que, contando con el recurso, han adoptado diferentes formas de gestionarlo de forma de no caer en la enfermedad holandesa (EEUU o Canadá) y hay otros que, “sufriendo de la enfermedad” la disfrutan entre todos (Noruega por ejemplo tiene alrededor del 60% de su canasta exportadora concentrada en petróleo pero el nivel de vida de la población en general es muy alto y los niveles de desigualdad bajos). Un tercer grupo sería aquel en el cual la enfermedad holandesa opera fuertemente y los beneficios llegan a unos más que a otros (Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, etc). Finalmente hay varios países para los que descubrir yacimientos parece haber traído más problemas que soluciones (Libia, Angola, Nigeria y varios otros países de África subsahariana).

El hecho de que los casos de fracasos son bastantes más que los exitosos parece ser el mayor fundamento para la tesis de los petro-escépticos, pero a mi entender indica solamente que el desafío de gestionar adecuadamente el recurso no es despreciable. Por otro lado, la caracterización anterior invita a preguntarnos: ¿en qué va que nuestra potencial experiencia con el petróleo termine pareciéndose a la de Noruega o a la de Nigeria? De la literatura se desprende que la situación del país antes del descubrimiento del recurso natural importa mucho en la forma en que se logra gestionar una vez descubierto. La fortaleza de las instituciones democráticas, el nivel educativo de la población y el momento histórico en que el recurso se descubre hacen la diferencia a la hora de explicar cómo es que el descubrimiento de un recurso valioso afecta la economía del país en el mediano y largo plazo.

El modelo de los países de América del norte se basó en restringir las exportaciones de petróleo que se dirigió más bien al mercado interno lo que abarató su consumo y esto funcionó como base para otras actividades, en especial la automotriz, que facilitaron la industrialización de estos países. Si bien no creo que Uruguay comparta muchas características estructurales con países de este grupo (en particular carece de un mercado interno tan poderoso), tampoco veo que nuestro país tenga similitudes importantes con los países de África subsahariana ni con los de Medio Oriente. Tal vez los casos más similares sean los países de la región (Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela) aunque incluso en este club la heterogeneidad parece ser importante: las exportaciones de crudo de Argentina y Brasil rondan el 5% y 10% respectivamente mientras que para Ecuador pasan el 50% y el 90% en Venezuela, por otro lado las historias de estos países no son un calco la una de la otra.

¿Qué debería hacer Uruguay?

De confirmarse el descubrimiento de petróleo en Uruguay, se deberá buscar la mejor forma de explotar el recurso aprendiendo de las experiencias existentes, incluso de la propia. Nótese que todos los argumentos que la teoría establece como problemáticos no son necesariamente específicos del petróleo, el gas o los recursos extractivos en general. Cualquier fuente de riqueza en la cual un país tenga ventajas comparativas realmente altas, puede provocar una “maldición” con todos los componentes descritos antes.[7] Si usted le desconfía al petróleo porque teme a la maldición de los recursos naturales le tengo una mala noticia: Uruguay ya sufre en buena medida de esta maldición. A pesar de los esfuerzos realizados por diversificar la estructura productiva del país, la gran mayoría de las exportaciones de bienes uruguayas son de origen agropecuario (alrededor del 70% en 2014) y así ha sido durante toda la historia del país. No son pocos los estudios que vinculan esta especialización con el escaso crecimiento y la alta volatilidad que el país ha experimentado en el largo plazo.[8] Quienes se preocupan por el efecto que la explotación petrolera tendría sobre la diversificación productiva del país, ¿votarían a favor del cese de la explotación agropecuaria? Una propuesta más lógica sería diversificar la estructura productiva buscando promover cada sector en su justa medida. No debe perderse de vista que el sector petrolero, si bien no parece ser el sector más encadenado con los otros, también puede ayudar a que el país gane en aprendizajes. Más importante aún, los recursos que se desprendan de su explotación pueden volcarse a la formación de recursos humanos altamente necesarios para un país que apunta al desarrollo.

Por último, no conozco estudios que muestren cómo la explotación petrolera se combina con la explotación agropecuaria. En particular sería deseable que se estudiara cuánto una apreciación fuerte del peso uruguayo impactaría en el costo de los diferentes productores locales (que difieren mucho en cuanto a la composición importado/doméstico de sus insumos).

En suma

No estoy abogando aquí por un sumergimiento incondicional en los pozos de petróleo. Más bien abogo por un uso con inteligencia del recurso, que sea útil al desarrollo de largo plazo del país. Para esto se requiere mucho estudio previo. Hay mucho para aprender y para discutir sobre este tema. A mí (que siempre me molestaron los finales tipo Spielberg en los que luego de una gran aventura los héroes deciden que es mejor enterrar el tesoro o destruir la máquina mágica, que investigarla o aprovecharla), me parece que descartar la explotación sin un rico debate previo equivale a desperdiciar una oportunidad y no veo en las investigaciones científicas nada que establezca que estamos condenados.




[1] Acá tengo dos opiniones en el mismo sentido: la de Jorge Batlle y la de Guillermo Lamolle.
[2] Un trabajo clásico en esto es Corden y Neary (1982).
[3] Esta literatura se cruza con la Ciencia Política. Algunos ejemplos son: Baland y Francois (2000), Cotet y Tsui (2013), Haber y Menaldo (2011) o Lei y Michaels (2014).
[4] Ver Sachs y Warner (2001) o Hausmann et al (2011).
[5] Ver por ejemplo Koren y Tenreyro (2007).
[6] Algunos trabajos como Sachs y Warner (1995, 2001) señalan que la maldición existe mientras que otros como Brunnschweiler (2008) dicen que no. La diferencia es la medición usada para cuantificar la dotación de recursos naturales de los países.
[7] Algunos estudios señalan, como especificidad negativa de la explotación petrolera, que la actividad no parece estar demasiado conectada con otras actividades y por lo tanto no sería un tipo de producción que genere derrames beneficiosos en el largo plazo. Por ejemplo en Hidalgo et al (2007) se presenta un mapa de vínculos productivos entre diferentes productos y se muestra a la actividad petrolera como una de las más aisladas del resto. Esto debe tomarse tan sólo como un primer acercamiento a la cuestión dado que, por la forma en que el mapa se construye, no puede descartarse que dicho aislamiento sea más bien resultado de la enfermedad holandesa.
[8] Ver por ejemplo Bittencourt (2006) u Ourens (2012).
 
Referencias
Baland, J.M. y Francois, “Rent-seeking and resource booms.” Journal of Development Economics, Abril 2000, 61(2): 527-542.
Bittencourt, G. “Uruguay 2006: desarrollo esquivo o ruptura con la historia.” América Latina Hoy, Noviembre 2006: 15-39.
Brunnschweiler, C. “Cursing the Blessings? Natural Resource Abundance, Institutions, and Economic Growth.” World Development, 2008, 36 (3): 399-419.
Corden, M.W. y Neary, P.J. “Booming Sector and De-Industrialization in a Small Open Economy.” Economic Journal. 92(368), Diciembre 1982: 825-848.
Cotet, A.M. y Tsui, K.K. “Oil and Conflict: What Does the Cross-Country Evidence Really Show?” American Economic Journal: Macroeconomics, 5(1), Enero 2013: 49-80.
Haber, S. y Menaldo, V. “Do Natural Resources Fuel Authoritarianism? A Reappraisal of the Resource Curse.” American Political Science Review. 105(1), February 2011: 1-26.
Hausmann, R., Hwang, J. y Rodrik, D. “What you export matters.” Journal of Economic Growth, Deciembre 2007:1-25.
Hidalgo, C., Klinger, B., Barabási, A-L. y Hausmann, R. “The product space conditions the development of nations.” Science 2007(317)5837: 482-487.
Koren, M, y Tenreyro, S. “Volatility and Development.” Quarterly Journal of Economics, Febrero 2007: 243-287.
Lei, Y. y Michaels, G. “Do Giant Oilfield Discoveries Fuel Internal Armed Conflicts?” CEPR Discussion Paper 8620. London, Centre for Economic Policy Research, 2014.
Ourens, G. “Uruguay al espejo.” Revista de Economía del BCU, Mayo 2012: 99-142.
Sachs, J. y Warner, A. “Natural Resource Abundance and Economic Growth.” NBER Working Paper,
Sachs, J. y Warner, A. “The curse of natural resources.” European Economic Review, 45, 2001: 827-838.


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