Por Rosario Gambetta y Andrea Ciocca
Exclusivo para Razones y Personas
Traducción de A. C. García
1. No te dejan salir
Gran parte de tu vida es digital. Por ejemplo, te presentaste a un trabajo, pediste un préstamo, enviaste una solicitud, una propuesta, un proyecto. Todo online, obvio, y lo más cómoda, mientras te tomás unos mates, sin tener que moverte de tu casa. Pero hete aquí que las cosas no te salen: no te dan el trabajo, ni te otorgan el préstamo, ni aceptan tu solicitud o propuesta o proyecto. ¿Por qué?
Te hacen esperar más que a otros para darte un turno, consulta, reunión, o para atenderte, ya sea en persona o por teléfono, cuando llamás al servicio de atención al cliente. Te exigen que mandes más documentos y llenes más formularios. Desconfían de vos. No te aceptan en la asociación, grupo o club. No hacen negocios contigo, no te abren una cuenta, no te hacen un descuento, no te ofrecen determinados beneficios o prerrogativas. No te dan la visa, no te dejan pasar, no te dejan salir (estás verde). Te preguntás de nuevo por qué.
* Nota I. No te dejan salir
Te cobran más caro un bien, un servicio, un seguro. O sea, tenés que garpar más que otras personas para recibir la misma cosa. El juez te sentencia a una pena inusualmente draconiana. No te alquilan o venden el apartamento que te hubiera encantado para vivir. Te seguís preguntando por qué.
¿Cómo explicar el comportamiento de estas empresas, organizaciones y entidades para contigo? Quizás obedezca a las huellas que tu vida digital ha ido dejando. Así, pueden obtener mucha información sobre tu persona, tus costumbres, hábitos, gustos, compras, viajes, tu familia y amistades, con quién te relacionás y con quién tenés relaciones carnales. Aunque obviamente vos no les contaste nada de esto y no te conviene contarles nada de esto.
Resulta que estos datos no les agradan, no coadyuvan a sus objetivos e intereses, o incluso los socavan. Entonces vos te verás perjudicada: no conseguirás lo que querías, se te tratará peor, se te cerrarán puertas. En términos agregados o sociales, la consecuencia es el aumento de las desigualdades y nuevas formas de discriminación.
2. Y entonces claro
Tus rastros digitales pueden ser muy reveladores:
i. Una empresa podría enterarse (o al menos sospechar) que estás embarazada, o que estás tratando de quedar embarazada, o que querrías en un futuro tener un bebé. Por tanto, se dicen: “mejor contratemos a otra persona que vaya a ser más productiva y redituable.”
ii. Podrían estimar tu clase social, en base a información sobre tus patrones de consumo y tus contactos y amistades. Los cuales son considerados indeseables, a causa de su situación económica, barrio de residencia, opiniones políticas, o costumbres y hábitos. Por tanto, se dicen: “no es el tipo de persona que queremos en nuestra empresa; no es gente como uno.”
iii. Podrían averiguar que sos de escabiar, dada la cantidad de alcohol que adquirís en bares y supermercados. Parafraseando a la afamada banda “Amar Azul,” vos tomás licor, vos tomás cerveza, y en la noche te la pasás diviertiéndote y delirándote.
** Nota II. Vos tomás licor
iv. El mecanismo más simple y obvio (un viejo conocido ya): tu actividad en “las redes” te afecta negativamente, pues no se condice con ciertas normas sociales. Tus ideas y opiniones son viles e indeseables. Ya sea por cosas que intencionalmente posteaste o “compartiste,” o por actividades y mensajes que son supuestamente privados. (Privados mi abuela.)
v. Tu apariencia, facciones, ropa, cuerpo, peso, o color de piel no son aquellos que la sociedad valora, aquellos que se asocian con el estatus social. Vos no mandaste fotos junto con tu solicitud, pero las encontraron fácilmente. Y la antedicha empresa comulga con el dicho popular: más vale lindo, rico, elegante y blanco que feo, pobre, zaparrastroso y negro.
vi. Se puede averiguar que no hacés nada de ejercicio físico. Y que das pocos pasos por semana. La antedicha empresa asume que eso significa que no tenés fuerza de voluntad y espíritu de sacrificio. Quizás también pueda acceder a tu historial médico.
vii. Se puede obtener tu perfil genético y el de tus familiares directos, según la muestra de saliva que le mandaste a 23andMe. Y entonces claro, te cobran más caro el servicio o seguro (o te lo niegan).
viii. Te consideran un caso riesgoso en varios sentidos: médicos, sociales, económicos y psicológicos. Y entonces claro, te cobran más caro el servicio o seguro (o te lo niegan).
*** Nota III. Y entonces claro
ix. Se puede averiguar tu religión y en qué medida la practicás. Por ejemplo, con qué frecuencia concurrís a actividades, rituales y espacios cristianos, judíos, musulmanes, umbandistas, hare krishna, rastafari, o lo que fuere.
x. Si un partido autoritario llegara al poder, ahí sí que vas a estar “in the oven.” Sabrán cuáles son tus ideas y en qué eventos y grupos políticos participás. Probablemente el gobierno implemente una vigilancia de tal alcance que reíte de la Stasi.
3. Peras al olmo
¿De dónde proviene esta información sobre tu persona y tus comportamientos? A esta altura del partido, mucha gente sabe la respuesta. Tus actividades online van dejando huellas, las cuales pueden ser más o menos accesibles, con más o menos esfuerzo y destreza técnica (en especial si no configuraste tus dispositivos y preferencias minuciosamente). Tus redes sociales y búsquedas en Google. Tus clics y “me gusta.” Las fotos y enlaces que “compartís.” Las páginas y foros que visitás. Las películas y videos que mirás. Tus compras y pedidos. Mensajes y mails. Datos médicos y transacciones en Paypal, Airbnb o Uber. La ubicación geográfica de tu celular, que siempre está en tu bolsillo, cartera o mesita de luz. El audio y video que registran sus micrófonos y cámaras. Los movimientos que registran sus sensores.
Nadie te está vigilando y controlando a vos en particular, no es que haya espías: todas estamos en la misma. Esta información es valiosa económicamente, se puede monetizar, y su valor probablemente se incrementará en el futuro, a medida que surjan nuevas maneras de usarla. Hay compañías que consiguen, recogen y almacenan estos datos, o bien para su propio uso, o bien para vendérselos a otras compañías y organizaciones. ¿Cui bono? ¿Quién se beneficia? No es para beneficiarte a vos (faltaba más), sino a quienes paguen por ellos.
Las empresas, organizaciones y entidades que usan estos datos tienen que ser cuidadosas, para no ser acusadas de violar leyes y regulaciones, y para no ser acusadas de discriminar, lo cual sería económicamente contraproducente. Por supuesto, no te van a confesar sus verdaderas razones. No van a admitir que le dieron el cargo a otro postulante por su clase social, o porque tiene el color de piel adecuado, según las fotos que encontraron en las redes. No te van a decir que te echaron porque tus búsquedas en Google y compras indican que querés quedar embarazada.
Pero esa es la verdad de la milanesa. Lo único que le importa a la empresa son sus objetivos e intereses materiales. Así funciona el sistema capitalista. Hablando mal y pronto, ganar tanta guita como sea posible. Reducir salarios y costos, minimizar impuestos, que la competencia se funda, que suba el valor de sus acciones. ¿Y si la sociedad protesta, quejándose de la desigualdad, explotación, injusticia, degradación ambiental, discriminación? “No le pidan peras al olmo,” responde la lógica capitalista, mientras se lava las manos cual Poncio Pilatos. El capitalismo de la vigilancia agrega nuevos instrumentos y mecanismos a esta lógica implacable.
Quien realmente te
discrimina no es un algoritmo; la discriminación es un fenómeno humano,
demasiado humano.
Te discriminan personas y empresas, cuyos fines de lucro determinan la expansión de la “discriminación algorítmica.”
Ella me bate como haciendo
bayonesa. Este comercio no acepta pagos digitales.
4. ¿Qué hacer?
Hay mucho que hacer a nivel social y político. Por suerte, mucha gente y organizaciones están hace tiempo trabajando en ello: entidades públicas y privadas, activistas, movimientos sociales y equipos de investigación, actores políticos y de la sociedad civil. Gracias a su trabajo han logrado mejoras, avances en los marcos legislativos y regulatorios, aunque en algunos países y regiones más que en otros.
Mientras tanto, a nivel personal, tenemos que tomar conciencia de cómo funciona el capitalismo de la vigilancia; cómo es que una empresa puede aprovecharse de la información digital. Cómo actuar de modo responsable y no regalarse. En qué circunstancias tener más cuidado (por ejemplo, cuándo usar Tor, cuándo recurrir a la ofuscación como táctica). Qué sitios no visitar y de qué aplicaciones mejor prescindir, porque son compañías que te vigilan y explotan sin miramientos. Cómo evitar prácticas digitales que contribuyen a las desigualdades y la discriminación.
Se nos dirá que cada quien es libre de hacer con su vida y sus datos lo que se le antoje. Esta objeción no es descabellada, pero olvida que la privacidad es un bien público, como tener aire puro y océanos y ríos limpios, sin contaminantes y sustancias tóxicas. No se trata simplemente de tu libertad individual, de tus deseos y lo que te va a ocurrir a vos, sino de tus efectos sobre tu entorno, familiares, conciudadanas, amistades, amantes, y realmente sobre la sociedad y la comunidad política en su conjunto. Tu comportamiento digital repercute sobre la privacidad, el bienestar y los proyectos de otras personas e instituciones, presentes y futuras. Al igual que con la crisis ambiental y el cambio climático, hay millones de damnificadas que todavía no han nacido.
Es menester que pensemos estos temas desde una perspectiva social y ética. Pensar si tus prácticas digitales son moralmente aceptables o más bien inaceptablemente egoístas, y qué bienes colectivos, instituciones y grupos podrías estar perjudicando. Decidir qué precio social estás dispuesta a pagar por la conveniencia, practicidad y comodidad, por quedarte en el sillón y hacer todo desde tu teléfono, desde las compras hasta tu sesión semanal de terapia, desde mostrar fotos de tus hijas hasta controlar la heladera, electrodomésticos o cámaras de seguridad. Claro, está bueno que tantas tareas prácticas sean ahora más simples, eficientes y ágiles. Sin embargo, en las sociedades contemporáneas la conveniencia ha devenido un elemento esencial, y muy redituable, quizás el bien supremo, sin que se contemple las consecuencias de los rastros digitales sobre el bien común y el tipo de sociedad y sociabilidad a las que aspiramos. Eso no está bueno.
Bibliografía y fuentes
Finn Brunton y Helen Nissenbaum. 2016. Obfuscation: A User’s Guide for Privacy and Protest. MIT Press.
https://mitpress.mit.edu/9780262529860/obfuscation/
Carissa Véliz. 2021. Privacidad es Poder: Datos, Vigilancia y Libertad en la Era Digital. Debate.
https://www.penguinlibros.com/es/ciencia-y-tecnologia/256166-libro-privacidad-es-poder-9788418056680
Shoshana Zuboff. 2020. La Era del Capitalismo de la Vigilancia. Paidós.
https://pmb.parlamento.gub.uy/pmb/opac_css/index.php?lvl=notice_display&id=115904
La Agesic (Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento) tiene una página sobre estos asuntos:
Que incluye este video:
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