Poder de negociación al interior del matrimonio y violencia hacia las mujeres: empoderar a las mujeres ¿reduce la violencia?

Fuente: flickr.com. Autor: Clickrbee.
Fuente: flickr.com. Autor: Clickrbee.
Hace unas semanas, Nico Trajtenberg (aquí) nos  invitaba a reflexionar sobre la definición, el diagnóstico y las (uni)causas que generalmente se atribuyen a la violencia contra las mujeres. Coincido con Nico en que a pesar de la importancia de este grave problema social, todavía nos queda mucho por entender acerca de las múltiples lógicas que hay detrás. También coincido en que mucho más nos queda por conocer acerca de la violencia que ejercen las mujeres hacia los hombres, e incluso de la violencia que seguramente se produce en las parejas homosexuales y que ni siquiera medimos. En esta nota me centraré en la violencia hacia la mujer porque, como es la que tiene innegablemente consecuencias más drásticas (el número de mujeres que muere a manos de su pareja hombre es muy superior al número de hombres que muere a manos de su pareja mujer), es la que más se ha medido y estudiado hasta ahora.

El objetivo de esta nota es contarles los avances que se han hecho desde la literatura económica en las últimas décadas en la generación de evidencia sobre los factores explicativos de la violencia hacia las mujeres. En particular, muchos trabajos dentro de la literatura económica se han enfocado en buscar evidencia consistente con la teoría de negociación dentro del hogar (household barganing models) que predicen que aumentar el poder de negociación relativo de la mujer dentro de la pareja llevaría a una reducción de la violencia de su pareja hacia ella.

Empoderamiento económico de la mujer y violencia de pareja

Un primer conjunto de trabajos ha estudiado el efecto de empoderar económicamente a la mujer, ya sea reduciendo la brecha salarial o de empleo, sobre la violencia que ejerce su pareja hacia ella. El argumento teórico es que una mejora en la posición económica relativa de la mujer, al mejorar sus opciones fuera del matrimonio, aumenta su poder de negociación dentro del matrimonio y disminuye el nivel de violencia hacia ella. En otras palabras, si la mujer tiene trabajo y un salario que es incluso mejor al de su pareja, la amenaza de divorcio en caso de violencia es más creíble, ejerciendo un papel disuasivo sobre el hombre.

La evidencia recogida por la literatura económica sobre este argumento no es conclusiva y depende del contexto en el que se analice. Por ejemplo, Ana Aizer (2010), encuentra que, en Estados Unidos, reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres reduce la violencia doméstica contra la mujer. Anderberg y otros autores (2016), mirando brechas de desempleo, también encuentran evidencia consistente con este argumento teórico para Inglaterra. Sin embargo, Alonso-Borrego y Carrasco (2017) encuentran que en España aumentar el empleo masculino es lo que ejerce una mayor reducción sobre la violencia de pareja hacia las mujeres, mientras que aumentar el empleo femenino sólo reduce la violencia cuando su pareja masculina también está empleada.

Por su parte, Angelucci y Heath (2020) analizando datos de un programa de empoderamiento de las mujeres implementado en una provincia del Congo encuentran mayor incidencia de episodios de violencia cuando la mujer es la principal proveedora de ingresos del hogar y tiene más educación que su marido, sugiriendo que más empoderamiento lleva a más y no menos violencia. Heath (2014), utilizando datos de Bangladesh, documenta que entre las mujeres con bajo nivel educativo y que se casaron muy jóvenes, el ingreso al mercado de trabajo se asocia a más violencia doméstica y no menos. Balothra y otros autores (2021) estudian la relación entre shoks sobre desempleo masculino y femenino con la violencia de pareja utilizando datos representativos de treinta y un países en desarrollo entre 2005 y 2016. Encuentran que una disminución del desempleo femenino se asocia a un aumento de la probabilidad de victimización. Este patrón de comportamiento se explica enteramente por los países en los que las mujeres tienen un acceso más limitado al divorcio que los hombres.

En la misma línea, Ana Tur-prats (2021), encuentra que en España, en regiones en las que las tradiciones familiares fomentaron una cultura del hombre como sostén de la familia, una disminución del desempleo femenino en relación con el masculino (empoderamiento de la mujer), aumenta la violencia de pareja. Por el contrario, en las regiones donde ambos miembros de la pareja contribuían tradicionalmente a los ingresos del hogar, los cambios en el riesgo relativo de desempleo entre hombres y mujeres no parecen significar una amenaza para la masculinidad de los hombres y como consecuencia no aumentan (e incluso disminuyen) la violencia hacia la mujer.

Divorcio unilateral y violencia de pareja

Otro conjunto de estudios han analizado el impacto de la introducción del divorcio unilateral, es decir, la posibilidad de terminar un matrimonio por uno de los miembros de la pareja sin el consentimiento del otro, sobre la violencia contra las mujeres. El cambio a un régimen de divorcio unilateral redistribuye el poder al interior del matrimonio, dando más poder de negociación a la persona que quiere dejar la pareja y reduciendo el poder que antes tenía el miembro de la pareja interesado en preservar el matrimonio. Esto puede provocar grandes cambios en la dinámica matrimonial. Por ejemplo, el hecho de que ahora las mujeres puedan divorciarse unilateralmente de sus parejas, podría disuadir a sus cónyuges de hacer uso de la violencia.

Stevenson y Wolfers (2006) aprovecharon el hecho de que el divorcio unilateral fue introducido en diferentes momentos del tiempo en los diferentes estados de Estados Unidos para analizar su impacto sobre la violencia doméstica. Encontraron que en los estados que introdujeron el divorcio unilateral, la violencia de pareja tanto de hombres a mujeres como de mujeres a hombres disminuyó y además hubo menos feminicidios. Brassiolo (2016) también constató una fuerte caída de la violencia de pareja hacia las mujeres tras la introducción del divorcio unilateral en España, aunque solamente entre las parejas sin hijos. Por el contrario, García-Ramos (2020) encontró que en México el acceso más fácil al divorcio aumentó la violencia hacia las mujeres casadas, ya que, al contrario de lo que predicen los modelos de negociación, los hombres habrían aumentado la violencia para evitar que las mujeres abandonen el matrimonio. Otra vez, el contexto parece que importa.

En conclusión 

La evidencia presentada en esta nota nos enseña que las creencias y las normas son mediadores cruciales del efecto de los factores socioeconómicos en la violencia de pareja. En particular, una misma intervención (empoderar económicamente a la mujer o mejorar sus opciones de divorcio) podría tener efectos opuestos sobre la violencia contra la mujer dependiendo de cómo los miembros de la pareja vean su estatus e identidad, así como de si la violencia es socialmente aceptable o sancionada. Aunque coincido con Nico (aquí) que la cultura del patriarcado está lejos de ser la única causa explicativa de la violencia hacia la mujer, seguir trabajando desde las políticas públicas para erradicarla es importante no solo por el efecto directo que podría tener sobre la violencia hacia la mujer sino por su rol mediador en la efectividad de otro tipo de intervenciones.

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