Cárceles, Gobierno Electrónico y Comunicación

"El que sabe pensar, pero no sabe cómo expresar lo que piensa, está en el mismo nivel del que no sabe pensar" (Pericles, 495 a.e.c.- 429 a.e.c.)
 
En los últimos días la sociedad montevideana se vio sacudida por dos importantes motines dentro del sistema carcelario. Si creyera yo que esto fuera consecuencia principal del lamentable estado del sistema carcelario uruguayo o del terrible incidente ocurrido en el Penal de Libertad entre presos y policías (a lo que muchos medios de comunicación apuntan[1]), poco tendría que hacer escribiendo sobre este tema en el que tengo escasa, por no decir nula, formación y experiencia .

Sin embargo, no soy el primero[2] ni son pocos los que señalan que los motines fueron dos hechos terribles (para presos, policías y familiares de ambos involucrados) pero evitables. Muchos apuntan que tras todas las idas y venidas posteriores al episodio del Penal de Libertad, se encuentra una falla en la comunicación hacía la ciudadanía (hacia la ciudadanía privada de libertad, sus familiares y los medios de comunicación masiva) y que habría sido ello lo que "detonó" ambos incidentes carcelarios.

A partir de esta idea, y para hacer un poco más productiva -y sociológica- la reflexión, se hace necesario "sacar los nombres propios"[3]: dejar de lado a los motines y el Ministerio del Interior y pensar en la vinculación del gobierno con la ciudadanía en el tiempo de las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), fundamentalmente la PC e Internet.  Nuevamente, sin referir específicamente a la comunicación contradictoria del Ministerio del Interior (ver nota 1), creo que existe un problema general de gestión gubernamental crucial a la hora de qué, cómo y cuándo comunicar a la ciudadanía.

Los medios de comunicación masiva "tradicionales", generalmente privados y a través de los cuales se acostumbra a hacer llegar las informaciones -valga la redundancia- de impacto masivo en nuestro pequeño Uruguay, si bien tienen claramente un grado de responsabilidad sobre el tipo de información que difunden, no son los responsables últimos de comunicar la información de interés público. Aún con la mejor de las intenciones, la interacción continua entre quienes envían los comunicados y los que los difunden, puede llevar a malos entendidos y/o generar situaciones de desconcierto, pánico y violencia entre la población, como la que dispara esta nota. A su vez, si bien es una posibilidad, tampoco considero razonable saturar la televisión y radio nacional de cadenas oficiales para cada uno de los asuntos de probable relevancia ciudadana, mucho menos con la cantidad de problemáticas y públicos diversos con los que debe gestionar e interactuar el Estado.

Es más, pensemos en lo que sucede con asuntos mucho más mundanos y cotidianos como: pagar una factura, solicitar un documento oficial, cambiar el método de discado nacional, inscribirse a un concurso público, cobrar una jubilación, etc. A pesar de que es altamente improbable de que estos hechos generen motines o desórdenes públicos, claramente alteran la vida de un número mucho mayor de ciudadanos y en forma mucho más continua. Si bien cada vez que ocurre un "gran cambio" en la forma en la que se realizan estos trámites se escuchan y ven campañas audiovisuales masivas, la periodicidad de realización de los trámites es enormemente mayor y no siempre uno tiene la suerte de prender la TV/radio y encontrarse mágicamente con la información (o indicaciones de dónde buscarla antes de ir a las oficinas).

Intentando evitar caer en optimismos tecnológicos excesivos y, reconociendo que los nuevos medios de comunicación (Celular y/o PC en combinación con Internet) no se encuentran tan ampliamente extendidos[4], su alcance es igual considerable y cuentan con un número de ventajas significativas sobre los medios de comunicación masivos tradicionales (TV, Prensa papel y Radio). 

En primer lugar, exceptuando pequeñas excepciones vinculadas a la seguridad de los sitios y cuentas Web, el ciudadano puede dirigirse directamente a la fuente oficial para obtener información confiable a un costo extremadamente bajo para el emisor y relativamente bajo para el receptor (los costos de conexión). En este sentido, un sitio o cuenta Web oficial funciona exactamente igual a una cadena o diario oficial, solo que a un costo casi ínfimo, con un acceso  inmediato y de funcionamiento continuo y masivo.

En segundo lugar, el ritmo y actualización de la información es similar o superior al de la TV y radio y, en combinación con la fortaleza anterior, al partir de un sitio oficial se evita caer en contradicciones y "desinformaciones" producto de lo vertiginoso de la propia realidad (siempre y cuando los encargados del sitio lo gestionen adecuadamente).

En tercer lugar, al existir un registro virtual de la información, los ciudadanos cuentan con mecanismos relativamente satisfactorios para ejercer formas básicas de accountability o rendición de cuentas. Sin embargo, para ello se requieren ciertas reglas de juego claras (accesibilidad, usabilidad, notificación de fechas de actualización, asegurar la veracidad de contenidos de los sitios Web, entre otras[5]) que el Estado también debe asegurar[6].

Sin embargo, todo esto es inútil si los ciudadanos no conocen la existencia del medio Web[7], si la información que se encuentra no es actualizada y fiable, así como si el medio no se encuentra pensado y gestionado en función de los ciudadanos (y no para facilitar la tarea de los organismos gubernamentales).

A modo de cerrar esta ya extensa reflexión y retomando la cita de Pericles, espero haber argumentado lo suficiente sobre la necesidad de contar y utilizar canales más adecuados para la comunicación gubernamental con la ciudadanía (obviamente, precedida del diseño de estrategias de comunicación razonables ya que sino, tanto la Web como los otros medios, serán igual de inútiles). Sin una adecuada gestión de la comunicación, los mejores esfuerzos de planeamiento, reformas o gestión gubernamental verán sus efectos enormemente disminuidos o, en ocasiones, anulados.

En ningún momento intento decir que los motines se podrían haber evitado por el mero hecho de publicar información en la Web. Vuelvo a enfatizar la necesidad de quitar los nombres propios; además tampoco quiero caer en un tipo de pensamiento mágico a veces demasiado recurrente.  Sólo espero que los hechos de estos últimos días sirvan para hacernos reflexionar sobre la necesidad de comunicar a la población en forma más directa, y de comunicar mejor. Internet debería dejar de ser un "canal alternativo" y pasar a ser una de las fuentes principales de información y, en algún punto (aunque para ello resta aún mucho trabajo), también constituirse en un canal clave para interactuar con la ciudadanía[8].

Columnista invitado: Matias Dodel


[1]Para ver una perspectiva desde la prensa escrita de los incidentes, así como una cronología de los hechos desde esta visión, ver:  http://www.elpais.com.uy/120426/pnacio-638220/nacional/trasladan-a-1-160-presos-por-motin/
[2] La idea de esta nota surge a partir del reportaje realizado a Gabriela Fulco (asesora en materia penitenciaria del Ministerio del Interior) por Joel Rosenberg, en No Toquen Nada (Océano FM).
[3] PRZEWORSKI, A. y TEUNE, H.: The Logic of Comparative Social Inquiry, John Wiley ed., Estados Unidos 1970, pp. 17-30 (Traducción Cap. 2: Investigación Comparativa y Teoría en las Ciencias Sociales en: http://goo.gl/jPZeU).
[4] Según la Encuesta de Usos de TIC (2010) realizada por la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información (AGESIC) y el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 71% de los uruguayos residentes en hogares urbanos (6 años y más) han utilizado una computadora personal alguna vez en su vida, así como un 65% hizo lo mismo con Internet. Asimismo, un 69% de la población reside en hogares urbanos cuenta con PC en el hogar y un 49% de los mismos vive en hogares con conectividad.  (ver Nota de Prensa: http://goo.gl/jMOej)
[5] La Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información (AGESIC) ha elaborado Guías para el Diseño e Implementación de Portales Estatales (http://goo.gl/SEuo4) que toman en cuenta gran parte de estas cuestiones.
[6] En los ámbitos vinculados al Gobierno Electrónico (en el fondo de lo que estuve escribiendo hace ya unos párrafos), la apuesta final es llegar al punto en que, legalmente, "lo virtual sea lo real" en lo que refiere a la administración pública: que si se publica alguna información o requisitos para hacer tal o cual tarea, o ejercer X o Y derecho, ello sea lo que se requiera al llegar a la oficina (o al hacerlo completamente vía web).
[7] Para difundir este medio sí creo que serían necesarias campañas audiovisuales tradicionales con el fin de concientizar la existencia del canal, así como para sensibilizar sobre las ventajas ya mencionadas. No es razonable suponer que por el mero hecho de la existencia de un nuevo medio la población cambie sus hábitos comunicacionales de un día al otro.
[8] Mediado por el adecuado diseño de estrategias de participación on-line. Afortunadamente existen hay algunas iniciativas oficiales sobre la temática (ver Objetivo 8, meta d, de la Agenda Digital Uruguay: http://goo.gl/ZnXTt)

Nueva Zelanda: Sin lugar para más vacas


A la memoria de Sir Paul…

Anoche mientras trabajaba en la nota que pensaba colgar en el blog me enteré casi de casualidad del fallecimiento, el 24 de Marzo pasado, de Sir Paul Callaghan.
Sir Paul era un físico neozelandés conocido por desarrollar nuevas técnicas de resonancia magnética para analizar dinámicas moleculares a escala nano. En 2002 había puesto en marcha el Instituto MacDiarmid de Materiales Avanzados y Nanotecnología en la capital, Wellington, desde donde coordinaba el trabajo de investigadores de cinco universidades y dos centros de investigación públicos.
Pero esa era sólo una de sus facetas. Además colaboró en el rediseño del sistema de financiamiento público a la investigación científica de su país. Además, fundó y se mantuvo como accionista de Magritek, una empresa formada con científicos de dos universidades neocelandesas que facturaba 2 millones de dólares al año produciendo aparatos de análisis de materiales por resonancia magnética. Además realizó programas de radio y libros de divulgación científica[1], y defendía un nuevo modelo de desarrollo en su país. Estaba convencido de que la ciencia, la actitud emprendedora y el respeto por el medio ambiente serían las claves para el bienestar de los kiwis (gentilicio informal de los neozelandeses). Sus variados aportes le valieron el título de “Sir” otorgado por su gobierno en 2005. Finalmente, a los 64 años falleció a causa de cáncer de colon.
Así que cambié de planes y decidí compartir con ustedes una entrevista que le realicé en julio de 2010, y que fue publicada en el Semanario Brecha (17-Set-2010).
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Nueva Zelanda: Sin lugar para más vacas

Sir Paul Callaghan es uno de los investigadores más reconocidos en Nueva Zelanda (NZ), además de ser un divulgador de los frutos de la ciencia y un empresario dueño de una firma de alta tecnología. En su libro “Wool to Weta” afirma que el modelo de desarrollo “agrointeligente” que ha practicado su país tiene un techo cercano. Para él Nueva Zelanda sólo se salvará si apuesta a bienes intangibles como los de Weta, la productora local responsable del arte en la trilogía de “El señor de los anillos”. Brecha conversó con “Sir Paul” en su oficina del Instituto MacDiarmid en Wellington, para conocer de primera mano su diagnóstico y sus propuestas de solución al dilema de desarrollo que enfrenta su país.

 

La brecha de prosperidad y los límites del modelo de desarrollo actual.

Los neozelandeses observan la lenta pero inexorable caída de su PBI per capita en relación al de las economías más desarrolladas del mundo y se preocupan. Desde fines del S XIX distribuyeron oportunamente la tierra para generar pequeñas y medianas unidades productivas obligadas a ser eficientes para sobrevivir, al tiempo que valorizaban constantemente su producción agrícola mediante un buen sistema de investigación científica y transferencia tecnológica. Esa distribución de los principales medios de producción y un Estado de Bienestar desarrollado en el S XX dieron lugar a una sociedad relativamente equitativa y con buenos niveles de vida, al menos para los habitantes de ascendencia europea. En 1870 su PBI per capita era 35% mayor que el del promedio de Alemania, Francia, Gran Bretaña y EE.UU. En 1930 prácticamente estaban iguales [2]. Pese a seguir aumentando significativamente el nivel de productividad y valor agregado del sector agroexportador y a desarrollar fuertes industrias del turismo y más recientemente, manufacturera, la “brecha de prosperidad” continuó acentuándose durante todo el S XX. Actualmente, el PBI per capita de NZ equivale al 87.5% del promedio de la OCDE y al 70% del de sus “hermanos” australianos [3].
B: ¿Cuál es el estado de la discusión sobre estrategias de desarrollo en NZ? ¿Cuáles son las propuestas para cerrar la brecha que se abre en relación a otras economías desarrolladas?
C: “Bueno, este debate es emergente, apenas está comenzando… Recientemente el gobierno anunció como meta de largo plazo alcanzar el PBI per capita de Australia. Pero están muy confundidos, no tienen una estrategia coherente y posible. Para eso necesitaríamos otros US$ 30.000 millones al año. Eso significaría multiplicar por 5 nuestras exportaciones de lácteos, que es por lejos nuestra agroindustria más rentable. Aún suponiendo –de forma poco realista– que eso fuera posible, sería un desastre ambiental. Ya hoy estamos arruinando nuestros lagos y ríos, nuestro ambiente todo con nitratos de los fertilizantes y gases de efecto invernadero. Necesitaríamos poner a las vacas en jaulas de concreto usando en cada tambo, para alimentarlas y limpiar, la misma cantidad de agua que usa una pequeña ciudad de acá. En turismo, nuestra segunda actividad exportadora, hemos sido tremendamente exitosos. Pero para dar el salto que buscamos deberíamos pasar de los 2.5 millones de turistas al año que recibimos hoy a 10 millones. Nuestro fuerte es el eco-turismo y muchas áreas naturales ya están saturadas. También podríamos atraer visitantes más ricos, de esos que pagan US$ 8.000 para que los dejes matar un ciervo de criadero. Pero, aún asumiendo que hay suficientes de esos tipos en el mundo: ¿realmente queremos eso como país? ¿Queremos que un neozelandés sea alguien que cría y encierra un ciervo para que venga un turista y le pegue un tiro?”.
 “Te lo digo de otro modo. NZ tiene el equivalente a 1,3 millones de empleos de tiempo completo, de una población total de casi 4,4 millones de habitantes. En números redondos, sólo para mantener nuestro PBI actual cada uno de esos 1,3 millones de empleos tienen que generar ingresos por NZD 140 mil al año. La facturación media por empleo en el turismo es de NZD 80 mil al año. Y eso implica también salarios bajos para el trabajador. No se puede pagar mucho por hacer café y organizar paseos. Es una actividad que hay que estimular, porque da trabajo a nuestra mano de obra menos calificada y atrae visitantes extranjeros, lo que es bueno en sí mismo. Pero no nos vamos a hacer ricos con esto. Otro ejemplo: el vino. Hemos logrado vinos muy sofisticados, yo estoy orgulloso como deben estar ustedes con los suyos, pero producen NZD 90 mil por empleo al año. No alcanza. Los lácteos nos dan NZD 350 mil por empleo… genial!!! Sin duda tenemos que mantener esa industria produciendo a los niveles actuales. Pero no podemos expandirnos más por razones ambientales. Y además los precios de esos productos históricamente tienden a caer en relación a los que necesitamos importar. Así que nuevamente, esa no es la salida”.
B: También hay quienes, siguiendo el ejemplo australiano, ven la salvación en la minería. NZ cuenta con significativas reservas de oro, cobre, acero, molibdeno y lignito, entre otros, ubicados en arenas costeras y yacimientos de montaña. Recientemente se dieron a conocer incluso proyectos de explotación de recursos dentro de algunos parques nacionales. ¿Cuál es su opinión al respecto?
C: “Es una idea completamente estúpida. Primero, porque conservar NZ limpia y linda es parte central de nuestra identidad. Segundo, porque es una de las razones principales por las que quedarnos en este país y para que la gente inteligente del mundo venga para acá. Y además, el dinero que obtendríamos es ridículamente poco considerado en el largo plazo. No tiene ningún sentido”.
Podría agregarse que el hecho de que NZ no tenga urgencias sociales que atender facilita este tipo de cálculos.

 

“Tenemos que fabricar cosas locas”

B: Entonces, ¿cuál es la actividad o el sector que le puede permitir a NZ alcanzar los niveles de crecimiento que buscan?
C: “En mi opinión, es la industria de alta tecnología, que ya es el tercer sector exportador. Mirá (dice acercando un reporte recientemente publicado) éstas son las 10 principales empresas del sector. Cada una está haciendo cosas realmente extrañas, de las que nadie había escuchado antes. Estoy convencido de que tenemos que fabricar cosas locas. Si te digo el nombre del producto y no sabés para qué sirve, entonces estamos haciendo lo correcto”.
Su lista de ejemplos empieza por Fisher & Paykel Healthcare, líder mundial en el mercado de aparatos de ventilación y humidificación respiratoria para pacientes con síndrome de apnea del sueño. Sigue con Raykon, que construye sistemas de GPS integrados en chips; Tait Electronics: equipos de telecomunicaciones; Navman: dispositivos de guía a la navegación; HumanWare: aparatos para personas con discapacidades visuales o que dificultan el aprendizaje. Y podría sumar también su propia Magritek, aunque no se ubique entre las diez de mayores ingresos.
Repasar estos ejemplos lo entusiasma: “Y por eso son exitosas, porque encuentran pequeños nichos para productos de altísimo valor agregado en esa economía monstruosamente grande que hay ahí afuera… Nichos tan pequeños que Samsung o General Electric no se interesan en ellos, pero que para nosotros significan mucho dinero. Nichos que podemos dominar porque podemos fabricar los mejores productos del mundo en su tipo”.
“Como te decía, es imposible llegar a la cifra que necesitamos con los lácteos, con el turismo, etc. Lo que sí podemos es multiplicar la cantidad de industrias de alta tecnología. Si hoy tenemos 10 facturando US$ 4.500 millones, tenemos que aspirar a 100 exportando 45 mil millones. ¿Alguna desventaja? Ninguna. No gases de efecto invernadero. No crecimiento insostenible de la demanda energética. No más vacas en nuestras cañadas. Esta gente puede estar produciendo en la casa al lado de la tuya, con un jardincito precioso al frente”.
En su libro “From Wool to Weta”, publicado en 2009[4], Callaghan detallaba otras ventajas de estas empresas. No necesitan otros recursos para comenzar más que científicos de excelencia y emprendedores con conocimiento de esos mercados. No tienen que preocuparse por el costo del transporte –tema crucial en NZ– porque venden productos que valen miles de dólares por kilo o incluso son inmateriales. Su alto valor agregado también las hace menos dependientes del tipo de cambio. Y pagan excelentes salarios.

 

“Comercialmente, la biotecnología le ha dado cero a NZ”

B: Pero las industrias de alta tecnología dependen de la inversión pública y privada en I+D. Y los recursos siempre son limitados. ¿A qué áreas concretas debe apostar NZ?
C: “Bueno, estoy convencido de que es una mala idea que alguien elija de antemano cuáles serán las áreas a donde se dirigirá el dinero para fomentar nuevos emprendimientos. Te pongo un ejemplo. Aquí hay muchos que dicen: ‘Vamos a hacer biotecnología porque somos buenos en agro’. ¿Qué tienen que ver? De nuestras 100 principales empresas exportadoras sólo dos hacen biotecnología y son bastante pequeñas. Así que comercialmente, la biotecnología le ha dado 0 a NZ. Porque, ¿qué es biotecnología? Puede ser desde nuevos suplementos nutritivos que agregan valor a los alimentos que producimos, en el extremo de menor valor agregado,  hasta una nueva medicina para el cáncer o técnica para la reproducción humana, en el extremo de mayor valor agregado. Pero desarrollar un producto de este tipo requiere miles de millones de dólares, años de pruebas carísimas y existe un alto riesgo de que la idea no resulte y no haya retornos. En cambio, si vos empezás a hacer sistemas de GPS integrados en chips y te salen buenos, en un año ya los estás vendiendo en el mercado. Lo hacés, lo mandás por FEDEX a un cliente real y tenés ingresos desde el primer día. No le pedís a los inversores que pongan plata y esperen 10 años para recibir algo. Entonces la inversión tiene que ir a cualquier proyecto que integre excelentes capacidades científicas, buenas oportunidades de negocios y talento para comercializar”.
En Wool to Weta Callaghan complementaba la crítica a la apuesta por la biotecnología recordando que el principal fondo dedicado a fomentar la creación de nuevas empresas de alta tecnología (New Economy Research Fund) asignaba en 2006 más del 60% de sus recursos a proyectos de biotecnología. Sin embargo, una evaluación de este instrumento indicaba que los resultados obtenidos en materia de propiedad intelectual y actividad empresarial en esa área eran mucho más pobres que los del área de física aplicada e ingeniería.
Justamente, en la intersección entre física, química inorgánica e ingeniería es que NZ parece cumplir los requisitos de excelencia académica y capacidad empresarial que reclama Callaghan. Los premios Nobel de Química de Ernest Rutherford (1908), pionero de la física nuclear y Alan MacDiarmid (2000), investigador en polímeros, son dos ejemplos notorios de una tradición científica de nivel mundial. La lista actual de principales industrias de alta tecnología atestigua lo segundo.

 

El emprendedurismo científico como ingrediente clave.

B: ¿Y cómo se hace para generar esas otras 90 nuevas empresas de alta tecnología que su país necesita?
C: “No tengo la receta completa. Pero analizando nuestras experiencias más exitosas lo primero que salta a la vista es que siempre necesitás una persona al menos que tenga actitud emprendedora, que sepa de negocios, que entienda de clientes y mercados, que además disfrute ese rol, que se parece más al de un artista que al de un científico. Tiene que ser una persona inteligente y creativa, con cualquier tipo de formación, capaz de reconocer oportunidades comerciales y de organizar la capacidad científica e inventiva disponible para aprovecharlas”.
Y agrega: “Por supuesto que hay que mantener plataformas de investigación básica sólidas, pero esas no generan prosperidad por sí mismas. Entonces tiene que haber incentivos e instrumentos de financiación específicos para que algunos investigadores se orienten a la producción científica comercializable y eventualmente, a la creación de negocios de base científica. No sé por qué tendemos a pensar en el emprendedurismo científico como algo malo. Si incluso podés compartir tu investigación, publicar, una vez que asegurás la forma de obtener rédito de ella. Los científicos tenemos que dejar de avergonzarnos de producir propiedad intelectual. Hay que cambiar la forma de pensar de los estudiantes universitarios, para que se den cuenta de que existen este tipo de oportunidades, de trayectorias de trabajo que no son las del científico académico clásico”.

 

Ciencia, valores, identidad y futuro

B: ¿Alcanza con fondos de inversión específicos para nuevos emprendimientos, o con alentar y formar sistemáticamente a los estudiantes universitarios para que pasen al mundo empresarial, como se hace aquí en el Instituto MacDiarmid?
C: “No, es mucho más complejo. Hay que lograr un cambio cultural a nivel de todo el país. Necesitás una sociedad que celebre y fomente a los emprendedores y creativos. Así que hay que publicitar estas historias de éxito, difundirlas… Identificar y premiar a los que han sido capaces de pensar distinto… También hay que lograr que la ciencia haga una diferencia positiva en la vida de nuestra gente y que ellos se den cuenta y lo valoren. ¿Por qué le pedimos a la gente pobre y sacrificada que viene a limpiar esta oficina a las 5 de la mañana que pague impuestos para que yo pueda ir a conferencias internacionales y publicar en buenas revistas? Le hago ese tipo de pregunta a mis colegas frecuentemente y muchos se ponen incómodos. Si no tenemos buenas respuestas no podemos pedir que la sociedad nos apoye. Necesariamente tiene que haber una definición de valores compartida por todos acerca de por qué hacemos ciencia. No puede ser sólo por dinero. Nuestra ciencia tiene que ser parte de nuestra cultura, de nuestra identidad, de nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Nos están faltando esa convicción. Esto se nota en cosas muy concretas. A mi juicio, por ejemplo, hoy no tenemos suficientes ingresos a las carreras de ingeniería ni suficientes jóvenes estudiando la física y matemáticas necesarias en secundaria para hacer posible ese salto cuantitativo en la industria de alta tecnología”.
B: Usted ha hablado varias veces del fuerte atractivo que ejerce el resto del mundo para los neozelandeses jóvenes. De que muchos se van y no vuelven. Retener talentos de primer nivel mundial es un desafío para cualquier país, en particular para uno con escaza población, que se ve a sí mismo como provinciano y monótono, ubicado a 2 mil kms. de su vecino más importante… ¿Cómo se enfrenta este problema?
C: “Sí, es así. Si Fisher & Paykel Healthcare puede producir lo mismo en Shanghái o Sidney y se pueden mudar cuando quieran: ¿por qué se quedan? Porque sus empleados quieren vivir acá. ¿Y por qué querrían quedarse a vivir acá? Por lo que les podemos ofrecer y que nos hace especiales en el mundo: montañas hermosas, lagos y ríos limpios… ciudades seguras y limpias... una sociedad justa, equitativa y que aprecia la diversidad, un rico pasado polinesio, nuestro componente cultural maorí. Ese diferencial en calidad de vida y valores es nuestro mejor argumento para atraer y retener a los recursos humanos sumamente valiosos, neozelandeses y extranjeros, que necesitamos para hacer funcionar las industrias intensivas en conocimiento. Claro que si dejamos que nuestras ciudades se congestionen y ensucien, nuestro tejido social o nuestro ambiente se deterioren, si hacemos estupideces como excavar nuestros parques naturales, perdemos. Entonces, en el fondo, el desafío es también cultural, de definir nuestra identidad, nuestros valores, y mantenerlos vigentes”.


[1] Callaghan, P. and Hill, K. (2007). As Far as We Know: Conversations about Science, Life and the Universe. Penguin.
[2] Datos de artículo de Jorge Álvarez.
[3] Callaghan, P. (2009). Wool to Weta: Transforming New Zealand's Culture and Economy.  Auckland: Auckland University Press.
[4] Ver reseña en Brecha, 28/8/2009, p. 23, o http://vimeo.com/29126569

Los peligros del "centro"


Cada cierto tiempo surgen algunas ideas o conceptos que adquieren la capacidad de dar por zanjada una discusión o directamente blindar de buena parte de las críticas a quienes las enuncian o invocan. Un ejemplo de esto puede ser “el proceso” del Maestro Tabárez al frente de la selección uruguaya. Es tan potente el efecto alineador, que incluso muchas personas terminan justificando en su nombre que jugadores como Scotti o Eguren sigan siendo parte del plantel principal, inhibiendo el fogueo internacional de nuevos jugadores, mejores y más jóvenes (no, no me refiero a la interna de los partidos políticos). Pero como este no es un espacio de la Sport 890, no es sobre esto que les quería escribir.

Tengo la sensación de que algo parecido ha venido sucediendo desde hace ya varios años en la política uruguaya con la idea de “Políticas de Estado”. Pareciera que bajo este paraguas nada malo puede suceder, y no se producirán más que efectos positivos y virtuosos para los ciudadanos y partidos políticos. Actualmente, las reuniones entre los principales líderes de los partidos en relación a la educación, y la forma en que se han publicitado los supuestos acuerdos, parecen confirmar el punto.

Sin embargo, no puedo evitar tener la sensación de que seguir por este camino de las loas a las Políticas de Estado – al menos en la formulación que creo advertir en Uruguay – puede tener efectos secundarios perjudiciales para partidos pretendidamente de izquierda como el Frente Amplio, pero también sobre la legitimidad y las bases del sistema democrático en su conjunto, debido esencialmente a un carácter fuertemente despolitizador. Intentaré explicar un poco estas afirmaciones.
En primer lugar, me parece importante hacer la distinción entre qué debería ser considerado Política de Estado y qué no. Muy resumidamente, aquellas cuestiones que forman parte del pacto social en una sociedad, no deberían ser mancilladas por ninguna mayoría coyuntural, como por ejemplo los derechos humanos. Ahora bien, creo que los consensos en el resto de problemas más “cotidianos” como educación, salud, comercio exterior, etc. esconden más de lo que iluminan, por lo que los consensos únicamente llegarán a un nivel demasiado superficial, inhibiendo por lo tanto cualquier tipo de acción.

Dentro de las diferentes características que se le pueden adjudicar a esta administración frenteamplista, se podría mencionar una búsqueda sistemática, y por lo tanto no coyuntural, de acordar y consensuar ciertas políticas con determinados miembros de la oposición. Si un británico observa estas acciones, que se desarrollan en un marco de mayorías parlamentarias del gobierno, tendería a pensar que los miembros del gobierno están directamente para internar. Es que en los sistemas mayoritarios como el británico, la lógica tiende a ser la de que quien gana gobierna, y quien pierde controla y espera su turno. Esto último no fue lo que ha ocurrido históricamente en Uruguay, que ha tendido a buscar formas de gobierno más consensualistas, con gobiernos de coalición o incluso con experimentos de colegiados.

Pero llama un poco más la atención que la búsqueda de estos acuerdos venga del lado del Frente Amplio, quien a lo largo de su historia siempre se posicionó como alternativa y como antítesis de los partidos tradicionales. El tema se empieza a aclarar un poco si consideramos al mismo tiempo que actualmente el partido de gobierno quizás debería ser considerado de forma más ajustada como una coalición de gobierno, y que dicha coalición presenta pujas y fricciones importantes. Como parece más importante mantener la ilusión de la unidad antes que dirimir estos conflictos y correr el riesgo de tener importantes costos políticos capitalizados por la oposición, la opción es la de conformar alianzas por fuera del gobierno. Esta es una forma de ver el problema. Otra lectura, a la que no le voy a dedicar más atención pero que quiero dejar planteada es que quizás, el sector mayoritario del FA y el gobierno (el MPP) efectivamente presente mayores coincidencias con el Alianza Nacional que con el Partido Comunista. Si ese fuera el caso toda esta discusión carecería de sentido.

Sigamos por lo tanto suponiendo que esta segunda lectura es inexacta. ¿Por qué considero que esta forma de actuar, expresada por las llamadas Políticas de Estado, es contraproducente para el FA? Básicamente porque las mismas terminan despojando al juego político de su principal elemento constitutivo: el conflicto. La política es conflicto en la mejor de sus acepciones, y por lo tanto, esconder dicho conflicto, dar la idea de que se pueden alcanzar soluciones “correctas” para todos, implica promover implícita o explícitamente que poco importan las diferencias entre partidos e incluso entre políticos, ya que en última instancia van a terminar llegando a soluciones “óptimas”.
La primera pregunta que surge es óptima para quienes. La segunda cuestión a mencionar es que si la ideología deja de ser uno de las principales factores para diferenciar la oferta electoral, el voto comienza a depender más fuertemente de otras variables como por ejemplo quién es más simpático, de qué cuadro es o si se pone nervioso en una entrevista. Es decir, pasamos de elementos políticos, y en cierta forma colectivos, a cuestiones.

Y en líneas generales lo individual siempre se ha llevado mejor con la derecha. Por eso es particularmente importante para el FA cuidar el relato en el que enmarca su accionar. En este sentido, las derrotas electorales de dos gobiernos que ideológicamente podrían ser primos hermanos del FA como el de la Concertación en Chile y el del PSOE en España, puede servir como una alerta interesante. Con todas las precisiones que puedan estar faltando, en el caso chileno, parte de las razones de la derrota se podrían explicar por el lado de que haber puesto tanto énfasis en la gestión tecnocrática y eficiente del Estado, considerándolo a este como una empresa, llevó a que efectivamente la gente se volcara hacia quienes verdaderamente encarnaban el “éxito” y la eficiencia económica en el mercado. De ahí que permeara el planteo de poner en cargos políticos a personas con innumerables credenciales a nivel empresarial, como fue la tónica seguida por Piñera. De forma diferente, el gobierno de Rodríguez Zapatero ya venía perdiendo el gobierno mucho antes de que la crisis golpeara directamente a España, evidenciado por ejemplo en la derrota en la elección de los eurodiputados. De nuevo, en este caso nos encontramos ante un partido que fue abandonando sus principales consignas (partido socialista, obrero y español) y pasó a adoptar acríticamente las consignas de entidades supranacionales con indisimulada orientación de derecha; difícilmente podría haber tenido otro resultado que no fuera perder ante los verdaderos representantes de una ideología pro-mercado. ¿Por qué quedarme con la copia cuando puedo ir con el original? Perfectamente este pudo haber sido el razonamiento de muchos electores españoles.

¿Qué pasa con el FA en Uruguay? Primero, que no parece existir ningún desafío real por la izquierda del espectro político. Esto ha llevado a que exista un electorado cautivo, que si bien puede llegar a expresar con la “voz” (a decir de Hirschman) cierto descontento, como en el caso del voto en blanco en las elecciones departamentales en Montevideo; lo cierto es que la opción “salida” no existe para muchos ciudadanos. En segundo lugar, esto ha llevado a que la estrategia de expansión haya venido por continuar disputándole al Partido Nacional y al Partido Colorado, no ya el electorado de centro, sino incluso parte de los votantes de centro derecha. Considero que este juego es peligroso para el FA porque puede traer consigo, independientemente del éxito o fracaso de la estrategia, el desvanecimiento de los principales valores que la izquierda uruguaya ha defendido durante toda su historia; pero peligroso también como abono a las corrientes apáticas del “son todos lo mismo” que terminan inmovilizando a la sociedad.

El curioso caso del deporte olímpico uruguayo

Se acercan los Juegos de Londres y renovamos la ilusión de ver a nuestros/as deportistas desfilar en la ceremonia inaugural y eventualmente festejar alguna medalla. Este año competimos en futbol, por lo que las ilusiones son más grandes de lo habitual. Además, nuestra delegación será menos raquítica que de costumbre; de hecho una de las 5 mayores en nuestra historia olímpica. En estos meses comenzaremos a aprender una vez más del sacrificio que los y las atletas uruguayas deben hacer para clasificar y llegar a la cita olímpica, así como de las condiciones precarias en que entrenan o bien que entrenan (y residen) en otros países. Esta nota discute la debilidad endémica del deporte de alta competencia en Uruguay y se pregunta si no seria oportuno pensar en armar un sistema organizado y financiado que permita ampliar la base de deportistas de alta competencia.

Lo cierto es que Uruguay no ha logrado mejorar su participación olímpica en las ultimas dos décadas si uno hace a un lado las participaciones en futbol o basquetbol. Más aun, si comparamos la participación olímpica de Uruguay entre 1936 y 1968 (antes de la dictadura) con la participación posterior (1988 a 2008), el promedio de deportistas olímpicos uruguayos (exceptuando futbol o basquetbol) es de 22 en el primer periodo y 15 en el segundo. Tampoco ha mejorado el abanico de disciplinas en las que se participa, siendo 7 el promedio en 1936-1968 y 8 en 1988-2008. El promedio entre 1936 y 1968 llega a 9 si dejamos fuera Melbourne ’56 y Tokio ‘64, en que la participación baja por un problema, presumo, asociado al costo de recorrer medio mundo en esa época.* Por otro lado, las disciplinas olímpicas pasaron de un promedio de 150 entre 1936 y 1968 a uno de 278 entre 1988 y 2008. Mientras el número de disciplinas se duplicó, nosotros seguimos participando en más o menos las mismas.


Para tener una imagen más amplia tomemos los Juegos Panamericanos. En este caso Uruguay pasó de participar en un promedio de 10 disciplinas entre 1951 y 1967 a un promedio de 21 disciplinas entre 1987 y 2011. Esto sigue la tendencia de los juegos, que pasaron de tener un promedio de 18 disciplinas en 1951-1967 a uno de 36 en 1987-2011. La Figura 2 muestra como el número de atletas uruguayos que participan de los Juegos Panamericanos crece por el lado de las disciplinas colectivas (rojo); mientras el los otros deportistas (azul) se mantienen en un guarismo similar en los últimos 25 años. Es buena noticia que deportes colectivos masculinos y, sobre todo femeninos, estén más cerca de una cita olímpica. No es buena notica que Uruguay no logre ampliar ni el abanico de disciplinas individuales en las que participa ni el numero de atletas que participan en estas disciplinas.        


El presupuesto de la Dirección de Deportes del Ministerio de Deporte y Turismo, y por tanto la política de deportes se centra en la promoción de deportes con un enfoque educativo y de promoción social, lo cual es una excelente política, pero flaquea en la promoción y apoyo a la alta competencia. En la ley de presupuesto 17.296 (2000-2004) se establece, junto con la creación del Ministerio de Deporte y Juventud, la asignación de $1.000.000 (pesos) anuales al Comité Olímpico Uruguayo para actividades relacionadas a los Juegos Panamericanos y Olímpicos entre otros. La ley de presupuesto 18.719 (2010-2014) establece un refuerzo del presupuesto de esta área de $20.000.000 (pesos) para 2011 y otro similar para 2012. La ley 17.850 de 2004 establece la pensión graciable para medallistas olímpicos (2 entre 1960 y 2008). 

¿Qué hay detrás del crecimiento de deportes colectivos como el hándbol o el hockey? Una red de colegios y universidades que compiten en las ligas asociadas a las instituciones educativas. De hecho, las delegaciones panamericanas han contado ininterrumpidamente con delegaciones de hándbol femenino y masculino, y hockey femenino desde Winnipeg ’99. El Uruguay actual es diferente al de los Juegos de Londres ‘48, dado que cuenta con un sistema universitario y de educación secundaria mucho mas extendido y que podría complementar a los tradicionales clubes sociales y deportivos, que fueron la base del deporte de alta competencia en aquel tiempo. La importancia de la alta competencia radica no solo en los valores olímpicos, sino en el hecho que detrás de cada deportista Panamericano u Olímpico hay cientos de deportistas compitiendo por llegar a los juegos. ¿No será posible crear un programa nacional de alta competencia, tal vez asociado a colegios, liceos y universidades, que permita una alianza entre educación y deporte? ¿No podría tener esto también externalidades positivas para la educación secundaria, tan alicaída en nuestro país? La articulación del Estado, el Comité Olímpico, los centros de educación públicos y privados, los clubes sociales y deportivos, y otros actores privados permitiría generar un programa de calidad para alta competencia en un plazo razonablemente corto. Hay experiencias exitosas que debieran estudiarse con cuidado.

Hoy existen 302 disciplinas olímpicas, ¿no podríamos nosotros participar en un promedio de 50 en lugar de 7?, ¿no podríamos enviar 100 olímpicos en lugar de 22? Es posible que no sea tan difícil. Con coordinación, colaboración, inversión, creatividad y emulando las experiencias exitosas se puede llegar lejos. Si es cierto que el deporte es el mejor embajador del Uruguay, entonces valdría la pena invertir más y mejor en este asunto.   
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Los datos sobre competiciones Olímpicas y Panamericanas son tomados de la página web del Comité Olímpico Uruguayo: http://www.cou.org.uy/cou/home/index.php
Los textos de las leyes 17296, 17850 y 18719 se encuentran disponibles en la página web del Parlamento Nacional: http://www0.parlamento.gub.uy/palacio3/index1280.asp?e=0&w=1366
La Figura 1 omite la mención a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 porque Uruguay no participa de los mismos por razones políticas.
La Figura 1 hace la estimación del número de deportistas uruguayos para Londres 2012 asumiendo que todos aquellos que tienen posibilidad de participar a la fecha de hoy lo harán, lo cual suma un total 40 deportistas (según estimación realizada por El Observador, fecha 27 de marzo de 2012). Sin embargo, es razonable esperar que el número final se ubique entre 31 y 40 deportistas.
*Debe considerarse que, en algunas disciplinas, un deportista puede competir en mas de una categoría, lo cual no esta considerado en el calculo del promedio de disciplinas por no contar con la información detallada. Un ejemplo es un nadador que participa de la carrera de 100 metros libres y de la de 100 metros mariposa. De todos modos, no debe perderse de vista que Uruguay lleva un promedio de 15 deportistas a los Juegos Olímpicos. 
**Foto tomada de: http://aktest.olympic.org/Assets/MediaPlayer/Photos/1924/01/01/SAAFB042/SAAFB042_HD.jpg

Un argumento consecuencialista para legalizar el aborto en Uruguay

La discusión sobre el estatus legal y moral del aborto parece interminable. Y ciertamente hay poco nuevo que se pueda decir al respecto. Sin embargo, en el contexto actual parece pertinente volver al argumento consecuencialista como una potencial salida práctica a este asunto. Creo que este argumento debería razonablemente poder satisfacer tanto a opositores como a defensores de la legalización del aborto.

Generalmente, la discusión sobre el aborto se presenta como un problema moral. Dicho de un modo muy rápido y poco refinado, las teorías morales pueden ser divididas en dos grandes bandos: las teorías consecuencialistas y las teorías deontológicas. Las primeras dicen que una acción es moralmente deseable siempre y cuando mediante esta acción se maximice el bien que se pretenda alcanzar.[i] Puesto de otra forma, para las teorías consecuencialistas las propiedades normativas de una acción dependen únicamente de sus consecuencias. Si las consecuencias son las deseadas, entonces la acción que facilita esas consecuencias es moralmente justificada.

Por el contrario, de acuerdo a las teorías deontologías[ii] las consecuencias de una acción no constituyen un parámetro de evaluación moral. Una acción es moralmente permitida  siempre y cuando se ajuste a ciertos valores o principios previamente estipulados. La idea es que hay acciones que no pueden ser justificadas por sus efectos, sin importar que tan buenas sean estos. Es en ese sentido que usualmente se dice que lo moralmente “correcto” tiene prioridad sobre lo “bueno”.

El debate sobre las virtudes y problemas de cada una de estas familias de teorías morales es inabarcable. Por eso aquí solo quiero referirme a un aspecto en el que las teorías consecuencialistas son superiores a las teorías deontológicas. Ese punto en particular refiere al hecho de que en ocasiones las teorías deontológicas prohíben realizar ciertas acciones cuyos resultados serian beneficiosos ya sea para disminuir violaciones a los principios que estas prescriben o ya sea para promoverlos de una mejor forma. Puesto de un modo más intuitivo, el problema es que para las teorías deontológicas en ciertas ocasiones es inmoral violar X incluso para evitar violaciones más importantes a ese mismo X.[iii]

Creo que este es un argumento importante para evaluar en el problema del aborto. Pensémoslo de este modo. Los opositores a legalizar el aborto sostienen que esta práctica es indeseable ya que se estaría amparando legalmente y fomentando una práctica inmoral. Ahora, ¿cómo deberían responder racionalmente aquellos opositores a la legalización del aborto si se demostrara que una eventual legalización de esta práctica reduciría sustancialmente el número de abortos? Partiendo del supuesto de que el ideal de “cero aborto” no es alcanzable en ninguna sociedad, ¿no sería racional apoyar la legalización del aborto si esta medida es capaz de reducir el número total de abortos?

En reciente estudio publicado en la revista médica The Lancet, Gilda Sedgh[iv] y sus colaboradores concluyen que las tasas de aborto son menores en aquellos países donde el aborto está legalizado. En un análisis global de 190 países (1995-2008), estos autores muestran que la existencia de leyes restrictivas no se asocia con un menor número de abortos practicados. Por el contrario, existe una relación positiva entre la existencia de leyes restrictivas y el número de abortos. El mecanismo que explica este resultado no es del todo obvio. La idea es que la legalización de aborto incentiva a un importante número de mujeres a buscar otras soluciones alternativas al aborto. Esto sucede porque (a diferencia de sociedades como la uruguaya en donde la práctica del aborto es perseguida y se hace de forma clandestina) en países donde el aborto es legal es más fácil instrumentar políticas que exploten las diferentes salidas que existen ante embarazos no deseados. No es difícil pensar que ante una decisión tan compleja, un sistema clínico estatalmente regulado puede ayudar más a aquellas mujeres que no están enteramente seguras de abortar que lo que puede hacer las clínicas clandestinas. Ciertamente, ninguna clínica clandestina tiene demasiados incentivos para motivar a las mujeres a no abortar.

Asimismo, Sedgh y sus colaboradores encuentran evidencia que reafirma la idea de que la práctica de abortos en países con leyes restrictivas es sustancialmente más peligrosa e insegura. La prohibición lleva a la proliferación de clínicas clandestinas de variado tipo que ofrecen pocas garantías. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud estima que en 2008, el 12% de todas las muertes maternas en América Latina y el Caribe fueron producto de abortos practicados de un modo inseguro.[v]

Por estas razones sería bueno tomar más en serio el argumento consecuencialista. Sabemos que tanto defensores como opositores de la legalización del aborto están interesados en minimizar el número de abortos practicados en el país. Si efectivamente tanto el número de abortos como mortalidad derivadas del aborto inseguro en mujeres disminuye con la implementación de leyes más liberales, ¿no sería razonable que todos apoyáramos ese tipo de leyes?[vi]


[i] Por una excelente introducción a las teorías consecuencialistas, ver la entrada de Walter Sinnott-Armstrong en: http://plato.stanford.edu/entries/consequentialism/
[ii] Por una introducción a las teorías deontológicas ver: http://plato.stanford.edu/entries/ethics-deontological/
[iii] Por esta critica a las teorías deontológicas, ver el clásico estudio de Samuel Scheffler: Scheffler. 1982. The Rejection of Consequentialism: A Philosophical Investigation of the Considerations Underlying Rival Moral Conceptions. Clarendon Press.
[iv] Sedgh, Gilda et al. 2012. «Induced abortion: incidence and trends worldwide from 1995 to 2008». The Lancet 379(9816): 625–632.
[v] Esa idea tampoco es ajena al debate en Uruguay. Ver por ejemplo: Briozzo, Leonel. 2003. «Aborto provocado: un problema humano. Perspectivas para su análisis - estrategias para su reducción». Revista Médica del Uruguay 19(3): 188–200.

[vi] Una encuesta nacional realizada por Cifra en noviembre de 2007, mostraba que el 49% de los uruguayos aprobaría una ley que despenalice el aborto, mientras un 39% se opondría a esta ley. Por esa razón, se estima que de haber un plebiscito, seguramente una mayoría votaría por despenalizar el aborto. 

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